1

Cubanos y chilenos

LA HABANA, Cuba, julio (173.203.82.38) – A pesar de la gran diferencia, los recientes casos de corrupción en que se vieron involucrados los chilenos hermanos Marambio y algunos funcionarios cubanos de los sectores de la Alimentación y la Aeronáutica Civil, me hicieron recordar que cuarenta años atrás, en 1971, la conexión de otro cubano con un chileno causó también trastornos a los gobernantes cubanos. Me refiero a los escritores Heberto Padilla y Jorge Edwards.

El poeta Padilla había caído en desgracia en 1968, cuando su poemario Fuera del juego, premiado en el concurso nacional de la Unión Nacional de Escritores y Artista de Cuba (UNEAC), fue calificado como contrarrevolucionario por la presidencia de esa institución. El chileno Edwards, por su parte, fue nombrado por el Presidente Allende a fines de 1970 como el primer representante del gobierno de la Unidad Popular en Cuba.

El recelo con que Fidel Castro contempló siempre a los intelectuales, motivó que, no obstante la amistad entre ambos mandatarios, la presencia de Edwards en La Habana afrontara tropiezos desde el primer momento. Nadie acudió a recibirlo al aeropuerto, y después, en lugar de habilitarle una residencia adecuada para el funcionamiento de la embajada, lo confinaron a una habitación del Hotel Habana Riviera.

La caótica situación económica en que se encontraba la isla luego del descalabro de la zafra de los diez millones y el ambiente represivo que acallaba cualquier manifestación contestataria, convencieron a Edwards de que no era ese el tipo de socialismo que deseaba para su patria. Tal vez por esa razón se acercó a los intelectuales menos adeptos  al gobierno, entre los que sobresalía Padilla. Se dice que el poeta y su esposa Belkis Cuza Malé  visitaban frecuentemente a Edwards en el hotel.

Las autoridades cubanas, sin dudas intranquilas por el rumbo que podía tomar esa amistad, aprovecharon el momento en que Allende decidió reemplazar a Edwards, para elaborar su respuesta. Según cuenta el chileno en su libro Persona non grata, justamente la noche antes de su salida de la isla rumbo a París, varios carros de la policía arribaron a la vivienda de Padilla y se lo llevaron detenido. Una acción que de inmediato provocó la condena internacional, e indujo a numerosos intelectuales que hasta el momento habían simpatizado con la revolución cubana, a romper definitivamente con ella.

Edwards fue citado para la sede de la cancillería, y Fidel Castro y el canciller Raúl Roa reprobaron su trabajo diplomático. Castro le comunicó que le había dado las quejas a Allende, y que hubiese preferido mil veces que el representante chileno hubiera sido un minero, y no un escritor.

El acercamiento entre cubanos y chilenos ha sido en más de una ocasión fuente de desasosiego para los gobernantes de la isla.