LA HABANA, Cuba, agosto (173.203.82.38) – Desde el viernes 5 y hasta el domingo 21 de agosto, hubo bullicio de fin de semana en la esquina de 5ta y D, a un costado del parque Villalón del Vedado, en la casona que ocupó el Generalísimo Máximo Gómez a principios del siglo XX, sede del grupo teatral El ciervo encantado, de discreto y sostenido desempeño profesional dentro de la escena cubana de las últimas décadas.
La algarabía comenzó a las ocho y treinta de la noche de viernes a domingo, cuando la actriz Mariela Brito avanzó de afuera hacia adentro saludando con euforia de barrio a quienes esperaban a que la puerta se abriera. La simpatía desatada, el exceso de maquillaje, gangarrias y su acentuada gestualidad, fueron el preámbulo de la interacción con el público, propia de la actuación performance del monólogo Cubalandia, un “paseo por la actualidad más actual de Cuba”, según sus propias palabras.
Ya en escena, Mariela demostró que la “bolá”, “el asere”, “el cabilla”, el “trapicheo”, el peso convertible (cuc) y el peso cubano no son simples vocablos cotidianos de millares de personas, sino soportes sociolingüísticos de quienes intentan cambiar su estatus con nuevas relaciones a través del comercio alternativo y otras formas de sobrevida urbana.
En la actriz reencarnan muchas jóvenes de nuestros días, mujeres alegres, optimistas y audaces que oscilan entre el pillaje, la locuacidad y el deseo de imponerse sin pensar en tantas normativas y trabas burocráticas. Su Cubalandia Excursiones, especie de agencia turística por cuenta propia, con “paquete a tu medida en dólares o pesos cubanos” tiene un sabor satírico corrosivo, pues la mordacidad deviene instrumento para ofrecer una arista de la realidad insular.
Cada día, durante una hora de actuación, la actriz derrochó talento y sentido del humor en un escenario desolado y pintado de negro, con efectos lumínicos y mucho regatón para enfatizar el discurso verbal que transportó al público a la calle, mientras ella respondía al celular y explicaba su propuesta de viaje turístico por centros de La Habana, Varadero, Viñales, Trinidad y Santiago de Cuba, auxiliada por la efigie del indio de la suerte, un poster panfletario de los hermanos Castro y, como telón de fondo, el mapa “Doble Moneda” del artista Lázaro Saavedra.
Hasta la complicidad del público, que resolvía las cuentas y la conversión en divisas, parecía concebida en el guión del vibrante monólogo de “Yara La China”, caracterizado por el despliegue de energía de la actriz, capaz de mantener a los espectadores en tensión. En Cubalandia casi todo se dice acerca de la Cuba de los de abajo, incluidos el camuflaje, las paradojas cotidianas, la cautela, la picaresca, el transporte o los comités de vigilancia. El suyo es el 666, número del Demonio.
Bajo la dirección de Nelda Castillo y la asistencia de Sahily Tamayo, la actuación y performance Cubalandia fue una propuesta de verano que destiló frescura y acercó al público a los problemas del país desde la representación teatral.