LA HABANA, Cuba, marzo (173.203.82.38) – Si Alejo Carpentier rebautizó a La Habana como la Ciudad de las Columnas, José Lezama Lima levantó 113 columnas en ese portal de La Habana, y de Cuba, que era Diario de La Marina. Publicadas sin firma entre el 28 de septiembre de 1949 y el 25 de marzo de 1950 en ese diario, y ahora compiladas en su totalidad con notas de Carlos Espinosa Domínguez, aparecen bajo el título de Revelaciones de mi fiel Habana, Ediciones Unión, 2010.
Lezama Lima nos restituye La Habana de mediados de siglo XX a través de hechos, eventos, personajes, personalidades, edificaciones; hoy una ciudad diferente y perdida en la memoria de sus habitantes, también diferentes en su mayoría.
Lezama retuvo la esencia de la cotidianeidad en sus textos. El compilador Espinosa Domínguez apunta con razón “el desentrañamiento del latido, las fuentes, el estilo, y los laberintos de su ciudad”.
Lezama no sacrificó al poeta, ni al escritor que era, por la objetividad periodística. Acierta el investigador cuando afirma: “Combina la observación de la realidad cotidiana con su imaginario cultural”. Valiosas asimismo son las notas que el compilador escribe al final de página, que aportan datos interesantes que complementan los de Lezama Lima.
El poeta de la calle Trocadero revela en estos textos cuánto amaba y conocía su ciudad y a sus habitantes, y entrega su entorno con una mirada escrutadora muy suya, en la que cotidianeidad y localismo van de la mano de lo trascendente y universal. Definitivamente logrados gracias a ese vasto imaginario cultural que más tarde, el inmenso escritor empleó para erigir su texto cumbre, la novela Paradiso.
“Un silencio espeso y flordelisado inundaba la sala. El silencio se arracimaba en torno a las farolas que se atenuaban, como si también quisieran oír al divo de los agudos sin fin.”, escribe Lezama para trasladar al lector la atención del público. Un público aristocrático, formado por habituales conocedores de las reglas del buen comportamiento, porque no emplea “espeso y flordelisado” gratuitamente.
Quiso salvarse de caer en el costumbrismo y lo confiesa en el texto # XII: “Hay temas que pertenecen a la progresiva sombra, a lo fugitivo incesante”, vocación lezamiana de atrapar lo inapresable a través de su mirada totalizadora.
No obstante, no rebusca los temas sino que toma los más cercanos al gusto y devoción de sus conciudadanos, ejemplo de lo cual es un texto dedicado al béisbol. “El béisbol es uno de los grandes amores de La Habana”.
Al releer con ojos de hoy, encontramos ciertas premoniciones que a la distancia devinieron realidad, como cuando alerta acerca del desarrollo urbano y hasta del Estado.
En cuanto a lo primero, vale citar al escritor: “Al levantar el orgullo de construcciones contemporáneas, pensemos un tanto inquietos en las ruinas que engendrarán, en qué forma se doblegarán ante el naufragio de los otoños”.
En la columna # V hace referencia a lo segundo, al Estado: “Cuando la imaginación del Estado es plena y saludable, está en la obligación de crear alegría creadora, de convertir la alegría en un alimento natural, terrestre. Si el Estado se vuelve avaro y sombrío, sus moradores se vuelven despilfarradores de su acción; la acción nacida de una visión sombría que no ancla nunca en la paz, anda errante y enloquecida, como un puma fuera del mundo interpretado”.
Sobran los comentarios. Sólo, como dijo Lezama de Hipólito Lázaro en el cierre de la primera de las columnas escritas: “Con la magia de su arte había derrotado una vez más al tiempo, enemigo de la vida”.