LA HABANA, Cuba, septiembre (173.203.82.38) – Guanabo, con sus 18.575 habitantes, es un poblado de contrastes. Se considera una zona turística y, sin embargo, esta condición contrasta con el hecho de que en muy pocas calles existen alcantarillas. Las aguas albañales van a fosas sanitarias construidas por los ciudadanos.
Por las redes de agua potable lo que se distribuye es agua salobre. La potable llega a la población en carros pipas, y casi siempre hay que pagarla a precio de mercado negro.
Los residentes piensan que si a estas alturas el Estado no ha urbanizado la red hidráulica tampoco se preocupará porque cotidianamente salga agua potable por los grifos de sus hogares. Saben que el agua salobre la extraen de pozos contaminados “pero al menos –dicen- la tenemos todos los días. Lo que no sucederá con el agua dulce”.
En 1999 el gobierno emitió un decreto para establecer la zona de alta significación turística en una extensa franja del litoral norte de La Habana. En Guanabo, al noreste de la capital, ya existía ese concepto desde mucho antes, aunque no de manera explícita. En Cuba, el término turismo se esquematizó para referirse solamente al turismo internacional, y los turistas nacionales serían sólo campistas o vacacionistas. Aun así, Guanabo fue siempre territorio de visitantes cubanos. Incuso, antes de que comenzara la prohibición a los nacionales de entrar en las instalaciones para el turismo internacional, prohibición que se originó a fines de los años setenta con las primeras visitas a la isla de la comunidad cubana residente en el exterior, luego de un prolongado y forzoso periodo de separación familiar.
Otro contraste: la playa de Guanabo es una de las más concurridas de la capital, y aun así, los bañistas no cuentan siquiera con taquillas para desvestirse y guardar la ropa, ni duchas para quitarse el agua salada. No obstante, el gobierno prohíbe a la iniciativa privada brindar esos servicios.
En Guanabo son escasos los visitantes extranjeros y también los extranjeros que residen allí. Entonces, ¿qué intereses se esconden detrás del decreto de zona turística, como no sea la intención de los gobernantes de apropiarse de Guanabo y entregar la playa a la inversión extranjera?
Los pocos extranjeros residentes en Guanabo, por lo general hombres casados con cubanas, han comprado casas mediante transacciones ilegales, dado que la compra venta todavía no ha sido autorizada. Las casas de estos pocos extranjeros se identifican a simple vista, debido a que están en mejores condiciones que las de los cubanos.
Sin ir más lejos, mientras los comercios estatales (cafeterías, pizzerías, restaurantes), a pesar de su mal servicio, se distinguen allí por el colorido de los decorados y diseños afines con el ambiente, los comercios particulares están obligados a ser kioscos forrados con zinc, tejas de fibrocemento o cualquier material de desecho. Así quedó establecido para que las vendutas particulares puedan desmontarse con facilidad cuando las autoridades locales lo ordenen. Y para mayor evidencia en los contrastes, los comercios particulares no pueden estar situados de frente a las calles principales, y los estatales sí.
De Guanabo muchos recuerdan el parque infantil Los caballitos. En el mejor de los tiempos contó con un carrusel, dos canales para que los niños se deslizaran, cuatro cachumbambés e igual cantidad de columpios. Pasaban años y no le daban mantenimiento, y cuando se remozaba una vez cada cinco o diez años, el parque volvía a deteriorarse en cuestión de meses. Ahora existe en el mismo lugar un parque infantil con el mismo nombre, pero es particular. Sus aparatos fueron ingeniosamente construidos por sus emprendedores dueños con vigas metálicas, diferenciales de automóviles, cajas de velocidad, poleas y correas de transmisión.
Los dueños comenzaron con cuatro aparatos y hoy pasan de una decena, el parque funciona bien, todos los días.
Frente al parque, en un terreno ocioso, autorizaron instalar una feria de artículos artesanales. Los trabajadores por cuenta propia venden allí a la intemperie. El sol los castiga, y si llueve huyen antes de que se les moje la mercancía, y les pagan a los vecinos para que se las guarden. A pocos metros de la feria, hay un rancho-restaurante estatal de comida criolla, donde pasan días sin vender ni un plátano frito. Más allá, un contendor vacío de una empresa estatal.
Los cuentapropistas han solicitado insistentemente al gobierno que les alquilen el contenedor y el rancho-restaurante. El primero para almacenar sus mercancías y el segundo para ampliar la feria, darle un eficiente uso al espacio y protegerse de los rigores climáticos. Pero el gobierno no accede. Guanabo es una zona donde campean los contrates, por decreto.