LA HABANA, Cuba, marzo, 173.203.82.38 -Los colegas René Gómez Manzano y Félix Antonio Bonné Carcasés han tenido a bien comentar mis respuestas a su artículo Claroscuros cubanos publicado en Cubanet, en el cual reproducen muchos de los tradicionales clisés con que se distorsiona y manipula la historia y la realidad nacional, y además cuestionan un proyecto cultural destinado a contribuir a reparar la persistente injusticia de que han sido víctimas los afrodescendientes cubanos, en este largo camino de hegemonías y desigualdades que trasciende el tiempo y las coyunturas políticas.
Me resulta difícil embarcarme en un nuevo ejercicio de interlocución polémica sin correr el riesgo de ser repetitivo, puesto que las inquietudes que manifiestan mis colegas están plenamente respondidas en mis anteriores artículos, publicados en Cubanet (“Consagrar la verdad y la justicia”), y en el semanario digital Primavera de Cuba (“Contra los prejuicios y la injusticia I, II, III”).
De cualquier manera, es difícil polemizar con personas que padecen de una especie de autismo intelectual que los enajena de las realidades más palpables y que les coloca, espero que inocentemente, de espaldas a las tendencias globales que promueven el respeto a los derechos y valores de los afrodescendientes.
Es realmente difícil polemizar con alguien que concibe la existencia de un ario puro nacido en Cuba, después de tantos siglos de mestizaje, o que no le tiembla la mano para escribir que a cien años de distancia, y con pretensión de análisis objetivo, no tomaron en cuenta el programa del Partido Independiente de Color (PIC), simplemente porque alguien dijo que “Los manifiestos de los partidos políticos son documentos importantísimos…, que nadie lee”. Tal vez estos autores elaboraron o suscribieron los documentos políticos que ellos mismos mencionan, convencidos de que nadie iba a leerlos. Parece que una vez más, no tener nada que decir no es motivo para callarse.
La historia ha demostrado que quienes traicionaron y masacraron a los Independientes de Color sí leyeron bien aquella propuesta política y supieron aquilatar los peligros que, en el marco de las correlaciones políticas republicanas, implicaban para su hegemonía el prestigio y las potencialidades del PIC.
Los autores vuelven a menospreciar la saga de injusticias racistas sufrida por los afrodescendientes cubanos, a pesar de la enorme contribución de los africanos y sus descendientes a la economía, la cultura y la política, contribución y protagonismo que no tiene paralelo en ningún rincón del hemisferio.
En la perspectiva histórica, a los colegas Manzano y Bonné les preocupa más el término “de color” en el nombre de un partido, que la condición de servidumbre en que fueron mantenidos hasta 1871 los esclavos liberados por los padres fundadores, o que el ignominioso acto de expulsión de Antonio Maceo de la región militar del Camagüey.
Tal vez los autores estén convencidos de que los jóvenes blancos pertenecientes a la más rancia aristocracia santiaguera de 1895, le hacían un favor al Mayor general Guillermón Moncada cuando manifestaban la admiración que tan bien había sabido ganarse.
A los colegas Manzano y Bonné les preocupa mucho más la existencia del Salón de Negras y Negros Ilustres de Cuba que las persistentes desventajas, injusticias y desigualdades que aún hoy sufren los afrodescendientes cubanos y que ellos parecen no ver.
A propósito, expresan que a su increíble afirmación: “No creemos que esto se deba a una política deliberada de la dirigencia castrista”, cuando se referían a la persistencia de las desventajas y desigualdades que sufren los afrodescendientes, yo no respondí con razones que rebatieran tal desvarío. Como parece que algo imprevisto les interrumpió la lectura de mí replica, les reproduzco el párrafo correspondiente:
“De tal criterio podemos discernir que de buenas intenciones está empedrado el camino de la injusticia y que sin querer los hermanos Castro y compañía liquidaron el asociacionismo afrodescendiente, desaparecieron de la palestra pública a tantos líderes sindicales de valía y renombre, persiguieron y expulsaron a los líderes y pensadores antirracistas de probada filiación izquierdista, como Juan René Betancourt y Carlos Moore, sometieron al destacado intelectual comunista Walterio Carbonell a todo género de vejaciones y ostracismos. Tal vez sin querer, fueron durante años perseguidas y satanizadas las religiones de origen africano, enviados a prisión miles de jóvenes afrodescendientes inocentes. Tal vez sin querer, han afianzado los patrones de invisibilización y menosprecio de los afrodescendientes en los espacios audiovisuales, las compañías de ballet o arte lírico y orientado a la policía martirizar a los cubanos negros en las calles.”(Primavera de Cuba Numero257)
Y de paso le agrego algunos elementos para más señas: Los cubanos negros y mestizos ocupan el más alto por ciento en la población carcelaria del país y de los habitantes de los muchos asentamientos marginales e insalubres que proliferan en casi todas las ciudades de nuestra Isla. Son los que menos pueden incursionar, por razones obvias (¿o eso también hay que explicárselo?) en la economía no estatal emergente. Son los que menos pueden beneficiarse de las medidas de tímida apertura económica y civil, amén de que la dolarización de la sociedad consagró la estructuralización del racismo por tener los afrodescendientes cerradas las vías de acceso a las divisas. No se sorprendan, lectores, si nos enteramos que mis ilustres polemistas no se han percatado de nada de esto e insisten en liberar de responsabilidades a las autoridades cubanas.
Al reiterar su pavorosa preocupación por el salón de Negras y Negros Ilustres de Cuba, los autores no creen contestada su pregunta: ¿Cómo correspondería calificar los actos de un “ario puro” que montara en su domicilio una galería de blancos destacados y dijese que el color de los escogidos era fruto de una decisión deliberada?
De hecho, no parece que hayan comprendido lo que expusimos en nuestra anterior respuesta:
“La extrema preocupación de los autores les impide percatarse de que las acciones para enaltecer a las víctimas de la desventaja y la discriminación constituyen mecanismos esenciales para promover la justicia y la equidad, siempre afectadas por la prevalencia de poderes facticos y hegemónicos”
“Acaso mis estimados colegas piensan que el Día de los niños es contra los adultos, el Día de la mujer es contra los hombres, el Día de la raza es contra los europeos, o que la designación del Año y Decenio mundial de los afrodescendientes y el trabajo del Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial (CERD) constituyen macabros proyectos racistas anti blancos de la Organización de Naciones Unidas ONU”. (Primavera Digital Numero 258)
Como parece que lo dicho no les bastó, les explico más: Primero, aclaro que nuestra historia pasada y presente demuestra que no es necesario ser ario puro para discriminar a las personas negras, a lo que agrego, como respuesta a su pregunta, que ese acto seria la confirmación del racismo que hemos vivido por varios siglos. Los proyectos, iniciativas, acciones y campañas para reconocer, enaltecer y mejorar la existencia de los discriminados de siempre no constituyen agresión a nadie, sino un acto necesario de suprema justicia.
Los autores tal vez consideren que las políticas de acción afirmativa puestas en práctica en la India, Estados Unidos, Brasil y otras latitudes para paliar las desventajas de los más vulnerables y excluidos, constituyen crímenes que necesitan severo castigo.
¿Acaso los colegas Bonné y Gómez Manzano no se han dado cuenta de que los monumentos de afrodescendientes que hay en nuestra ciudad los erigió el dictador Fulgencio Batista? Parecen no haberse percatado de como el Centro Histórico de la Ciudad ha sido cubierto por monumentos a extranjeros que nada tienen que ver con nuestra historia y cultura, desde Hasekura Surenague Rokaemon hasta Lady Diana, mientras duelen por su ausencia los merecidos homenajes a figuras como José Antonio Aponte, Juan Gualberto Gómez, Evaristo Estenoz, Brindis de Salas, Jesús Menéndez, Aracelio Iglesias o Celia Cruz, por solo citar algunos.
Para terminar, debo decirles que ante su profunda preocupación e inquietud, les tengo pésimas noticias: El movimiento que lucha por la justicia histórica, la igualdad social y para sustituir el hegemonismo excluyente que parecen no percibir por la verdadera integración de todos los cubanos, sobre la base del extendido criterio de los derechos humanos y el empoderamiento cívico y político de los discriminados, goza cada vez de mayor solidez, respaldo y prestigio dentro y fuera de nuestras fronteras.
En muy poco tiempo comienza el Decenio Mundial de los Afrodescendientes, estatuido por la ONU (creo recordar un viejo refrán que reza: a quien no quiere caldo, se le dan tres tazas), y el Comité Ciudadanos por la Integración Racial CIR reitera que sus espacios de debates académicos e intelectuales están abiertos a todos los interesados que deseen confrontar civilizadamente sus criterios y visiones sobre temas tan complejos y trascendentales para el presente y futuro de Cuba.