LA HABANA, Cuba, diciembre (173.203.82.38) – Andar sin calcetines, con el pelo largo y un disco de Los Beatles bajo el brazo, era suficiente para ir a dar con los huesos en un calabozo. De nada servía que tuvieras quince años, estudiaras en el pre, o fueras el primogénito de un matrimonio de trabajadores. Tampoco que disimularas el Yellow Submarine bajo una carátula del cantante Karel Gott.
Tú y el resto de los hippies practicaban el diversionismo ideológico por escuchar y difundir la música de los bandidos de Liverpool, algo que hoy sería calificado como terrorismo musical.
Eso de que la del sesenta fue la década prodigiosa no fue para nosotros. Enfundados en pantalones de saco de polietileno deslavados con cloro, o teñidos con añil y timerosal, una mochila llena de naranjas como única comida para el día, sólo pensábamos en oír a Los Beatles. Pero estaba prohibido escuchar la música del enemigo, nada que se pronunciara en el endiablado inglés.
En la isla había que conguear con Pello el Afrocán, contorsionarse con el ritmo pilón, de Pacho Alonso, o dar brincos hasta descoyuntarse con la pastilla de menta y el tiqui-tiqui de la Orquesta Cubana de Música Moderna, que los jodedores rebautizaron como “Orquesta Cubana de música americana antigua”.
Pero los tiempos cambian. Los policías y la música también. Ahora es un mérito cantarle Michelle o Penny Lane, rememorar Yesterday o gritar a todo trapo In My Life. A 30 años de su muerte, víctimas y ejecutores se reúnen lo mismo con Lennon en su parque de La Habana, que con el resto del grupo en la Casa de The Beatles, en Bayamo. En la capital cubana, el trovador Vicente Feliú atesora sus propias razones para evocar Imagine. En Bayamo, represores y colaboradores se fotografían abrazados a Lennon, Ringo, Paul y George, que a tamaño natural, y en bronce, flanquean la entrada al local.
Y hasta Pablo Menéndez, director del grupo Mezcla, asegura hoy que “The Beatles y Lennon son un ejemplo de toda una generación que rechazó el consumismo y el racismo”.
Pobre Pablo, que no sabe que en los años 60 a miles de cubanos, por culpa de Los Beatles, los detuvieron y amenazaron por seguir a su ídolo. Que me perdone Lennon por no ir a su parque a reunirme con los oportunistas. Aunque a nadie le importe y pocos lo recuerden, yo también, simbólicamente, estuve con Lennon en un calabozo.