LA HABANA, Cuba, marzo, 173.203.82.38 -Cuba se encuentra en una grave encrucijada de su destino histórico. El fracaso irreversible del modelo y de las medidas adoptadas para salvarlo sin reconocer a los ciudadanos sus derechos, se complica con los traumas que generan los esquemas de dependencia externa a que se aferra el alto liderazgo de La Habana. La tensión permanente de tener que cumplir los pagos al contado con los proveedores de alimentos de los Estados Unidos, su principal enemigo político para más señas, y la dudosa salud física y política del presidente venezolano Hugo Chávez colocan el futuro del país en una incertidumbre que puede convertirse en abismo.
No es secreto para nadie que Cuba sufre una crisis profunda, y no solo en el terreno económico. El modelo estatista hegemónico ha agotado todas las capacidades productivas del país, las medidas tomadas por el gobierno, lejos de revitalizar la economía, han ahondado las desigualdades y el desamparo de un segmento creciente de la sociedad. Junto a esto, la crisis ético-moral-existencial cubre con un manto de desesperanza a la inmensa mayoría de los cubanos, que se muestran reticentes incluso a procrear nuevas víctimas para el escenario de sus desgracias. Por primera vez en nuestra historia la población se encuentra en franca disminución.
Un poder totalmente enajenado de la realidad, la corrupción que se extiende como pandemia a cada resquicio de la sociedad y los ciudadanos tratando de resolver sus problemas como pueden, frente a un gobierno que se desentiende de sus responsabilidades sociales sin atreverse a abrir espacios al desenvolvimiento y las potestades cívicas de sus ciudadanos, quienes prefieren convertirse en extranjeros para al menos escapar jurídica y mentalmente de un poder que los ahoga y limita a cada paso.
Una vez liquidados los renglones productivos tradicionales por obra y gracia del monopolio estatista, los gobernantes cubanos definen a la economía como de servicios y cifran esperanzas en el petróleo que a un altísimo costo esperan encontrar en el Golfo de México.
En su afán de no conceder a los ciudadanos sus derechos económicos, porque un pueblo insolvente y dependiente es más fácil de dominar, el alto liderazgo de La Habana ha persistido en reproducir un esquema de dependencia casi total de un socio ideologico o político que garantiza coyuntural estabilidad económica.
Entre otras cosas la revolución supuestamente se hizo para eliminar la dependencia de un solo cultivo (el azúcar) y un solo mercado (Estados Unidos). Sin embargo durante la época pre castrista la balanza comercial externa de Cuba siempre fue favorable, con una moneda altamente validada y sin deudas.
Medio siglo de fallido experimento totalitario acabó con la producción azucarera y con todas las demás, derrumbó la balanza comercial del país, pues carece de renglones exportables y debe importar hasta los alimentos que consumimos, paradójicamente de los Estados Unidos. Cuba es hoy el país con mayor deuda externa per cápita del planeta a pesar de estar material y económicamente en ruinas.
Hace cuarenta años se consagró la dependencia económica de la Unión Soviética, vinculo que adquirió incluso rango constitucional. En poco tiempo las películas, los dibujos animados, los documentales didácticos, el recurrente circo, los grados militares, la “Editorial Progreso” y tantas otras cosas de nuestra vida diaria adquirieron marcado matiz soviético.
A cuenta del precio subsidiado del azúcar, las armas y la instrucción militar gratuitas, las becas universitarias, y el suministro de todo género de equipos y tecnologías atrasadas, e incluso hasta un proyecto de Central Electronuclear, el máximo líder prestó apreciables servicios al hegemonismo soviético, como contrarrestar en medida apreciable la ojeriza que con razón profesaban los países No alineados al gigante euroasiático, enviar a los soldados cubanos a pelear guerras ajenas en el otro lado del mundo para satisfacer las apetencias imperiales de Moscú, enviar al abismo de muerte y fratricidio a esa parte de la izquierda latinoamericana que se tornaba incomoda a los diseños geopolíticos del hermano mayor del comunismo internacional y hasta albergar en nuestro país una base de espionaje radioelectrónico.
Al derrumbarse el imperio sustentado en el terror y la mentira en aquel lejano y ficticio país del tercer mundo con ejército y cosmonáutica de superpotencia, Cuba y su parasitaria economía quedaron en total desamparo para navegar a la deriva hacia una cruda recesión, que gracias al eufemismo castrista adquirió el amable nombre de Periodo especial en tiempo de paz, y sometió al pueblo cubano a todo género de penurias y sufrimientos.
Después de un fallido intento con la pragmática y calculadora China, el máximo líder reprodujo el esquema de apostar todas sus cartas a un solo naipe y hoy solo nos falta ver al noticiero estelar de la televisión cubana trasmitir diariamente el parte meteorológico de Venezuela; sin dejar de recordar como un ya defenestrado vicepresidente dijo, en su momento, que Cuba tenía dos presidentes, o al mismísimo Fidel Castro ante la inminencia de un destructivo huracán, asegurar sin sonrojo: “A mí lo que me importa es Venezuela”
Hoy Cuba depende tanto del petróleo venezolano como el poder de Chávez de la coraza de Inteligencia cubana en que se atrinchera. Cuando la debilidad extrema de la economía nacional hace más determinante esa relación “solidaria” se torna en extremo incierto el futuro vital y político del caudillo de Miraflores, cuyo destino puede ser decidido por la enfermedad que lo aqueja o el voto del pueblo venezolano.
Cualquiera de estas dos batallas que pierda el presidente venezolano hará a los líderes cubanos chocar con la misma piedra que hace veinte años y al pueblo cubano hundirse más en ese abismo insondable de miseria y desesperanza que parece ser el precio a pagar por el poder interminable de la dinastía de la familia Castro.