LA HABANA, Cuba, noviembre, www.cubanet.org -La reciente disposición del gobierno cubano que ilegaliza la venta de ropa y zapatos importados, así como las salas particulares de cine donde se exhiben filmes en 3D y brindan servicios de videojuegos, no causará protestas masivas ni nada que se le parezca.
Las 20 000 personas que se dedican a este negocio acatarán la medida, con refunfuños o en silencio, pero sin enfrentamientos que les compliquen la vida. Esa es la mentalidad que se impone por el miedo a las palizas, incautaciones o cárcel, según cómo se desafíe la orden que entrará en vigor el 1 de enero de 2014.
El trabajo de la policía política y las demás entidades encargadas de la represión no es igual que hace 20 años atrás, pero es obvio que todavía mantiene su eficacia.
Organizarse para dar un conato masivo en la vía pública como respuesta a lo que se avecina es impensable. La mayoría está convencida de que lo mejor es acatar la resolución y buscar alternativas.
“Yo voy a seguir vendiendo. El asunto es adaptarse a las circunstancias. Habrá que cuidarse más. Al principio mucho rigor, pero con el tiempo irá disminuyendo. Siempre ha sido así. No se dan cuenta de que las prohibiciones absurdas generan más descontrol”, expresó una joven que hace poco más de un año abrió una pequeña boutique con la ayuda de una hermana radicada en Francia.
“No estoy para buscarme problemas. ¿Qué voy a hacer? Aunque esté en contra, al final ellos se imponen. Imagínate, tienen el poder”, alegó Fernando, residente en el capitalino municipio Plaza, que montó una sala de video juegos hace poco más de 8 meses.
Aunque sobran las causas para protestar, al final el miedo se impone. Una revuelta popular para sacudirse el yugo de la dictadura no parece probable en Cuba. El régimen aborta cualquier intento en esa dirección. Por eso el cubano promedio prefiere refugiarse en el mercado negro o salir del país temporal o definitivamente.
Oponerse abiertamente al gobierno sigue siendo cosa de minorías. El destino de los presos políticos, las recurrentes palizas a las Damas de Blanco en la vía pública y los actos vandálicos contra los opositores más beligerantes, pasan inadvertidos entre una población que no disimula su miedo y opta por la doble moral.
La triste realidad obliga a ser escéptico o pesimista, cuando se habla del fin de este gobierno.