LA HABANA, Cuba, mayo, 173.203.82.38 -La conmoción de la pérdida del ser querido provoca un vuelco en los sentimientos de cualquiera. Pero, en Cuba, al dolor de la desaparición del ser amado se une el malestar emocional, y hasta físico, causado por los trámites y las demoras en cumplir con los rituales habituales del duelo.
A la noticia del fallecimiento de una persona muy estimada por mí se juntó el sinsabor de la espera para la entrega del cuerpo. Luego del deceso, ocurrido en las primeras horas de la noche del miércoles, fue necesario esperar unas cinco horas, hasta las primeras horas de la madrugada del jueves, para que el cuerpo llegara a la funeraria donde iba a ser velado hasta la hora fijada para el entierro, en la mañana.
La comunicación telefónica no se nos hizo difícil para contactarnos entre familiares y amigos, mediante celulares y el teléfono público de la funeraria, que por suerte funcionaba. Aun más complicado y hasta imposible para muchos fue el trasladarse en la madrugada desde sus lugares de residencia a la funeraria de Zanja y Belascoaín, en pleno Centro Habana, porque a altas horas de la noche no existe prácticamente transporte en La Habana.
El triste reencuentro entre la mayoría de los familiares y los más allegados amigos sólo pudo ser posible después a partir de las 5 o las 6 de la mañana. Los que arribaron llegaban traían en su rostro, además de la tristeza, el enojo de vivir en una ciudad de más de dos millones de habitantes en la que transportarse de madrugada es imposible.
Así que unido a las expresiones de condolencia por la pérdida del ser querido, todos intercambiamos las experiencias que padecimos para llegar hasta la funeraria. Hubo quien caminó dieciocho cuadras, otro corrió con más suerte porque consiguió que un chofer lo llevara en su carro al costo de ochenta pesos, otra esperó desde la cuatro de la madrugada en una parada de ómnibus en penumbras a que pasara la primera guagua.
Zoraida relató cuánto tuvo que pasar una madrugada con su padre octogenario a cuestas para llevarlo al cuerpo de emergencias del hospital Calixto García, desde el reparto Bahía, del otro lado del túnel de La Habana.
Aleida narró las horas de espera en la madrugada, con su madre fallecida repentinamente en su casa, porque el carro de medicina legal no tenía gasolina a esa hora y había que esperar a que amaneciera.
Juan nos contó sobre la vecina que tuvo que realizar el velatorio de las cenizas de su madre sin las cenizas, porque las mismas le fueron entregadas con más de diez horas de retraso.
Yudiel explicó que no había coronas de flores porque la florería no tenía flores hasta por la mañana y el entierro estaba fijado para las 8 am.
Irene nos relató su experiencia de pasar una madrugada encerrada, con cadena y candado en la puerta, en una funeraria de Buenavista, porque había que cuidarse de los ladrones a esas horas.
Relatos todos, que revelan que el dolor causado por la pérdida de un ser querido, para los cubanos llega siempre acompañado de muchos otros inconvenientes.