LA HABANA, Cuba, junio (173.203.82.38) – Si no en cuanto a ganancias económicas (ya que como aplicador de la ley del embudo, no pierde aunque no gane con lo que pierde el pueblo), al régimen le vendría bien ordenar a su aparato de administración pública en La Habana, que algunos de los miles de inspectores que hoy asedian a los cuentapropistas sean desviados hacia las shopping , a ver si consiguen despejar el tupido bosque de adulteración de precios que está floreciendo en este tipo de tiendas estatales.
Por descontado dejamos la adulteración de los productos, un tema demasiado viejo, extendido, y al parecer insoluble. Los falsificadores que se dedican a proveer por la izquierda a las shopping habaneras han logrado ya un dominio tal de la tarea, que más que vulgares timos, sus productos parecen obras de un milagro.
El café comprimido sólidamente dentro de sus paquetes, como si lo envasaran al vacío con tecnología de punta, y la cerveza artesanal, dentro de latas originales y con el nivel de gas que aplica la industria, representan apenas un ejemplo entre los cientos de productos adulterados que debemos pagar como auténticos en las shopping. Ya era bastante. Pero ahora, además les adulteran los precios.
Es bien difícil, cada día más, encontrar dos shoppings en La Habana que vendan los mismos productos a un mismo precio. Ni la categoría de cada establecimiento sirve ya de coartada. Por más que aquí las categorías no han sido más que eso, coartadas, pues en términos de calidad no se aprecian distinciones. Con todo, no cuenta a la hora de adulterar los precios. Tiendas del mismo tipo, pertenecientes a la misma cadena comercial, y ubicadas por igual en zonas urbanas de idéntico rango, despachan la misma mercancía a precios diferentes, según el monto conque cada empleado o administrador decida “multarla”.
Es cuando menos desazonador que esto ocurra tan abiertamente, con tan escandaloso nivel de impunidad, a la vista de todos y con perjuicio para el bolsillo de tantos, mientras los inspectores del comercio hacen ola, y a pesar incluso de una regulación institucional que (en teoría al menos) obliga a las administraciones de los establecimientos a especificar los precios en tablillas públicas.
Cualquiera pensaría que están aplicando un acuerdo tácito para compensar a los empleados y administradores de las shopping, los cuales, dicho sea de paso, han visto esfumarse con la crisis los incentivos que anteriormente estimulaban su trabajo, sobre todo las propinas, que ya ningún cliente les da, y algún que otro beneficio que recibían de parte de sus empresas y que también perdieron.
Lo que descorazona del caso es que otra vez seamos los cubanos de a pie los que estamos matándonos entre nosotros mismos, como Chacumbele. Desde arriba matan a los empleados de las shopping, quienes no encuentran un modo mejor de devolver el golpe, que cayéndole encima a su clientela, el último eslabón de la cadena.
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