LA HABANA, Cuba, septiembre, 173.203.82.38 -La continuidad de los estudios para los alumnos que terminan el noveno grado en las secundarias básicas se está convirtiendo en un dolor de cabeza para las autoridades educativas en Cuba. La política trazada consiste en que menos de la mitad de esos muchachos matriculen en los institutos preuniversitarios, y así ir restringiendo gradualmente el acceso de los cubanos a la educación superior.
Entonces se prevé que el grueso de esos estudiantes se dirija a los institutos politécnicos, pero no a las especialidades de técnico de nivel medio, sino a las de obrero calificado. Ello es así debido a la confluencia de dos situaciones: por un lado la necesidad que tiene el país de rescatar oficios deficitarios como los albañiles, carpinteros, plomeros y otros; y de otra parte, reducir el número de graduados de especialidades técnicas que después no cuentan con ubicación laboral. Por ejemplo, resulta notoria la avalancha de futuros contadores e informáticos que en estos momentos colman las aulas, una cantidad que supera la demanda presentada por las empresas y entidades del país.
Pero una cosa son las necesidades sociales que argumenta el gobierno, y otra bien distinta son las aspiraciones de los padres y familiares de dichos alumnos. Por supuesto que los referidos tutores no siempre contemplan con agrado que el futuro de sus muchachos sea la mezcla de los constructores, la grasa de los mecánicos, o la inclemencia del trabajo de sol a sol en la agricultura. No importa que la prensa oficialista califique algunas especialidades de obrero calificado como “las carreras de la construcción y de la rama agropecuaria”, en un intento por embellecer la imagen de esas ocupaciones, así como mitigar el rechazo que hacia ellas experimentan las personas con metas más elevadas. De ahí que el desencuentro gobierno-familia fuese solo una cuestión de tiempo.
Y bien, acaba de hacerse pública una de las escaramuzas iniciales de un forcejeo que de seguro signará el panorama educativo de la isla durante los próximos años. Según información brindada por la ministra de Educación, Ena Elsa Velázquez, en una conferencia de prensa con motivo del comienzo del curso escolar 2012-2013, un total de 1560 estudiantes que concluyeron el noveno grado en el curso anterior, no tienen continuidad de estudios en el presente debido a que no están conformes con la opción ofrecida por las autoridades del sector. Y aunque la Ministra no lo especificó, no es difícil imaginar que las opciones rechazadas corresponden a las de obrero calificado.
Se trata de una situación que, de mantenerse o profundizarse en los años venideros— lo que, de acuerdo a como marchan los acontecimientos, parece lo más probable—, dará al traste con la proclamada aspiración gubernamental de que cada cubano alcance una escolaridad de doce grado o su equivalente. Además, esas personas que terminen el noveno grado y no estudien más— y un noveno grado, como sabemos, casi siempre deficiente— serán los semianalfabetos de un país que, por contraste, se autoproclama exportador de las más novedosas técnicas de alfabetización.
Y otro caso en que los anhelos personales se enfrentan a las pautas oficialistas, lo vemos en el continuo déficit de profesores que afronta la provincia de Matanzas. En la misma conferencia de prensa, la Ministra anunció que aún faltan 84 profesores en el territorio, con especial énfasis en el municipio de Cárdenas, próximo a la playa de Varadero, adonde acuden antiguos maestros y trabajadores de otros sectores en busca de los ingresos en divisas que proporciona el trabajo en el sector turístico.
Por supuesto que con consignas y diplomas no se pueden comprar los artículos de primera necesidad que solo se venden en divisas, pensarán seguramente los potenciales profesores que deciden irse a la cercana Varadero en busca de cualquier trabajo relacionado con el turismo internacional, en lugar de ocupar las aulas de Cárdenas y otras ciudades de Matanzas.