LA HABANA, Cuba, marzo, 173.203.82.38 -Con la salida de prisión de los dos últimos integrantes del Grupo de los 75, el régimen totalitario cubano cerró un capítulo de su permanente represión. Por desgracia, esto no ha implicado el inicio de una nueva etapa de tolerancia y concordia: el gobierno castrista, fiel a su idiosincrasia, ha intensificado el uso de otras modalidades represivas.
Los cerebros fértiles de los miembros de la policía política y sus servidores idean nuevas formas de hostigamiento y persecución, y es necesario que nos mantengamos alertas ante estos inventos. Todo hace indicar que una maniobra de ese tipo se ensaya ahora en una pequeña comunidad espirituana contra la conocida familia Perdigón y sus amigos.
Ese núcleo goza de amplias simpatías en su batey de residencia, cosa que me consta por mis frecuentes visitas al lugar. El padre carpintero, la madre, que tiene fama de curar empachos, y Ana Margarita la hija, que ha distribuido ayuda monetaria para damnificados, así como alimentos y medicinas, se han ganado el cariño y la gratitud de sus conciudadanos por su vocación de servicio.
Pero todo indica que el régimen ha concebido ahora el propósito de vincular a la familia con supuestos sabotajes realizados en esa comunidad y sus alrededores. Como informó Yayabo Press el pasado día 16, los incendios han menudeado en los caminos aledaños al poblado; en una de esas ocasiones las llamas amenazaron la casita de un humilde vaquero.
El inmueble no ardió gracias a la intervención de los vecinos, incluyendo a varios disidentes, quienes con bejucos impidieron que la vivienda se incendiara. Los bomberos (que en Cuba, como se sabe, también pertenecen al tenebroso Ministerio del Interior) acudieron con gran lentitud y, cuando por fin llegaron, adujeron que no podían echar agua a menos que recibieran órdenes o que la casa cogiera candela…
No hace falta tener mucha imaginación para imaginar cuál habría sido la reacción popular si la vivienda hubiese sido pasto de las llamas; máxime cuando un grupito de dirigentes y otros aprovechados, mediante comentarios realizados en presencia de terceros, se ha dedicado a regar coordinadamente la especie de que los hechos son obra de “los disidentes”, llegando incluso a mencionar nombres de algunos de éstos. Se muestran decididos a aplicar el refrán: Calumnia, que algo queda.
Algo parecido puede decirse del incendio de potreros y cañaverales destinados a la alimentación animal. La hierba de mala calidad y el caguazo comunista no son valiosos, pero en medio de la carestía y el hambre entronizadas por el desastroso sistema, los pobladores, sumidos en la miseria, sólo tienen cabeza para pensar en el poquito de leche aguada que reciben niños y viejos, y perciben como un despojo inicuo cualquier atentado contra las pobres fuentes de alimentación de las esqueléticas vaquitas.
Curiosamente, el supuesto “saboteador” o grupo de ellos no actúa con el disimulo y la cautela que cabría esperar en situaciones de ese tipo. La candela aparece un día sí y otro también, con frecuencia a plena luz, lo cual —como es obvio— hace pensar que el autor o autores sienten que gozan de impunidad.
Salvando las distancias, estos sucedidos hacen recordar el fuego en el círculo infantil Le Van Than, de Marianao, durante la crisis del Mariel, en 1980. Entonces se acusó de aquel hecho a “los contrarrevolucionarios”, los cuales, si creemos la versión oficial, habrían concebido la loca idea de ganar adeptos para su causa quemando vivos a cientos de parvulitos…
En definitiva, ni un solo menor sufrió lesiones; ninguna persona concreta ha sido acusada, pero ello no ha impedido que entonces —al igual que ahora, treinta años después— la propaganda comunista mencione con indignación el supuesto sabotaje, en un intento primitivo por exacerbar y manipular las pasiones de un número cada vez más exiguo de incondicionales e ingenuos.
La opinión pública debe permanecer alerta para denunciar y condenar cualquier nuevo intento de involucrar a los opositores pacíficos y los activistas de los derechos humanos en hechos de esta naturaleza. La nueva modalidad represiva del régimen castrista inaugurada en Sancti Spíritus debe ser desenmascarada.