LA HABANA, Cuba, mayo (173.203.82.38) – Cacha, a sus setenta años, es pequeña, delgada y ágil. Rubia, en su juventud, y con unos hermosos ojos azules, según muestra la fotografía que cuelga de la pared. “En aquella época yo rompía corazones” -me dice.
Vive en una covacha. Así llaman a las casitas hechas con tablas viejas en el barrio marginal La Güinera, del municipio habanero Arroyo Naranjo, donde habitan 60 mil 893 familias, según el censo de 2006, realizado para efectuar el cambio de los efectos electrodomésticos durante la llamada “revolución energética” , ideada por Fidel Castro.
Conocer la vida de Cacha, su personalidad, sus opiniones, no es nada difícil. Es una cubana conversadora, extrovertida, amable y de una nobleza sin límites. Confiesa, con cierto temor, porque no sabe quién soy, que todavía, y a pesar de todo, es revolucionaria.
-¿A pesar de todo?
-Sí, porque sé que hay descontento, que la cosa anda mal. Pero yo estoy muy agradecida de Fidel. No importa que siga viviendo en esta covacha, que gracias a él es mía y no pago alquiler, y que hoy no tenga ni un centavo para el café con chícharo del desayuno. ¿Usted me comprende?
Caridad Sotolongo tiene poca familia. Un hermano que desapareció en el mar hace más de diez años, porque “siempre estuvo loco por irse”, y una sobrina que trabaja en una cafetería estatal, que en ocasiones le trae alguna bobería de comer,
-Pero mire, Fidel me facilitó un refrigerador nuevo y varios equipos para cocinar mejor.
Dice, mientras señala la improvisada meseta de la cocina; sobre ella una arrocera china y una olla de presión a la que llama “La Reina”. Por entre las grietas de la pared de tablas se filtra la luz del sol. Cacha sonríe.
-Pues sí, como le dije al principio, yo estuve presente en el desfile, el 1ro de mayo. De joven iba también. Mientras me lo permitan las piernas, iré siempre. ¿Usted me comprende?
En realidad, no la comprendí. Dejé a Cacha sentada en su viejo sillón y caminé por su calle, sin arreglar desde hace tantos años, en busca de un viejo almendrón (auto de alquiler) que me llevara de regreso a mi casa de Santa Fe.