LA HABANA, Cuba, octubre, www.cubanet.org -Gonzalo, trabajador de la construcción residente en La Habana, recorrió tiendas a la caza de un control remoto para su televisor chino, vendido por el Estado, por lo cual se supone que debieran existir piezas de repuestos.
Como no encontraba el control remoto en el mercado estatal, decidió el sacrificio de comprarlo a un cuentapropista, a más del doble de precio: 300 pesos (12 CUC). Compró también dos bombillos (120 pesos) para reponer los fundidos. Gastó 420 pesos. Aunque su salario mensual es de 300 pesos.
Pero, ¿dónde adquirió el cuentapropista estos artículos de uso doméstico? No hay misterio. Se los compró al Estado, que es el único que puede poseerlos, para luego revenderlo a la población a precios muy superiores.
El Estado, único importador oficial, adquiere limitados renglones de mercancías, lo que origina escasez y eleva los precios en tres, cuatro veces sobre el precio original. Es el alimento de negocios turbios, lo que propicia y mantiene el trapicheo que abulta los bolsillos de los revendedores y deja flaco el del consumidor.
La Gaceta Oficial de la República, del 7 de septiembre de 2011, legaliza el trabajo por cuenta propia en 178 oficios. Entre estos, Productor-vendedor de accesorios de goma; De artículos de fundición no ferrosa; De bisutería de metal; De alfarería; De artículos de aluminio; De artículos varios de uso en el hogar.
Dice bien claro: Productor-Vendedor, pero la mayoría de los cuentapropistas no producen los bienes industriales que comercializan, no pueden hacerlo, así que son acaparadores-revendedores-agiotistas, que se aprovechan de las carencias ciudadanas.
Tampoco son responsables de la atrofia del régimen, porque policías y demás representantes de la Ley no imponen la legalidad, convirtiéndose en cómplices de ilegalidades, situación que pone al cuentapropista bajo las garras de inspectores estatales, con sus frecuentes “mordidas”, ya que sobre sus cabezas pende una Espada de Damocles: el retiro de la patente, aunque tributan y la ley aparentemente los ampara.
El régimen no dispone de estructura económica capaz de satisfacer las necesidades de materia prima para activar el sector emergente. Se desentiende de la necesidad de crear un mercado mayorista amplio, con buenos precios para comerciantes particulares, con lo cual aliviarían un poco las miserias de los trasquilados consumidores, último eslabón de la cadena.