LA HABANA, Cuba, 9 de octubre de 2013, David Canela/ www.cubanet.org.- Este domingo se ofreció el concierto Brouwer flamenco, en el teatro del Museo Nacional de Bellas Artes, de La Habana. Adaptadas al folclor andaluz, el programa incluyó las obras del compositor cubano que se recogen en el CD de igual nombre, que se presentó en la Sala Dolores, de Santiago de Cuba, el 25 de septiembre.
Con estos conciertos se promocionó el nuevo disco, que es interpretado por el guitarrista cubano-mexicano Josué Tacoronte, quien ganó el premio Cubadisco 2013 en la categoría de solista concertante. La función, que forma parte del V Festival de Música de Cámara “Leo Brouwer”, también se dedicó al centenario del Museo Nacional de Bellas Artes. Fue difícil la entrada al concierto, pues la pequeña sala del edificio de Arte Cubano no tenía suficiente capacidad para acoger a un público ocasional, que se añadía a ese público “fiel” que suele asistir a casi todas las funciones.
Los pasillos quedaron atestados. Tras las palabras de apertura de Brouwer, se interpretaron las piezas: “Elogio de la danza”, para dúo de guitarras, “Nuevos estudios sencillos” (2001), la obra más reciente del programa, “Un día de noviembre” y “Sonata”, con Niurka González en la flauta; “Música incidental campesina”, “Drume negrita”, de Eliseo Grenet, en una versión flamenca; “Metáfora del amor”, “El Decamerón negro”, que consta de tres partes y en las dos últimas se cantan poemas de Leo Brouwer; “Danza característica”, acompañada por la bailaora Irene Rodríguez, y “Poema”.
Además, Tacoronte insertó la pieza “Madrigalillo”, que ya él había tocado en el concierto de Santiago de Cuba. A veces, el flamenco era sólo un punto de partida, o una base armónica, que pronto se iba fusionando con el jazz y la música atonal. Y si los músicos se pudieran colocar en un árbol de la tradición flamenca, el cantante Eduardo Bethencourt sería sin dudas la raíz, pues con su voz, sabía proyectar el espíritu del cante jondo. Uno de los mejores aciertos musicales fue la adaptación al flamenco de la canción “Drume Negrita”.
Menos mente y más corazón
Brouwer es un admirador de las vanguardias musicales del siglo XX. Desde hace años, se ha complacido en desafiar los modelos tradicionales de armonía, los diseños de arquitectura melódica, y además ha incursionado en la experimentación sonora. Tal vez por eso vea con buenos ojos que sus obras transiten de lo clásico a lo ultramoderno.
Dos de sus composiciones más célebres, “Un día de noviembre” (1972) y “Metáfora del amor” (1974), apenas eran reconocibles. Ni siquiera parecían estudios románticos, saturados de variaciones de jazz, y más que versiones libres, se acercaban a la estética futurista. Sobre todo en “Metáfora del amor”, la melodía se ahogaba en un mar de notas y corrientes disonantes, y salía a flote de vez en cuando, como para recordarnos el tema original.
Muchos disfrutaron la velada, pero, en general, la mayoría de los que asisten a un concierto en vivo (sea de música clásica o popular) desean oír sus temas favoritos, no una parodia de ellos, o una vaga reminiscencia. Un concierto no es un jam sessions (tal como se anuncia entre las actividades del festival), ya que el destinatario final es un público, heterogéneo, que va con expectativas de escuchar lo que le gusta. Para educar, está la radio.
Un autor puede recrear su obra usando otros estilos musicales, disonancias, instrumentos folclóricos, o lo que quiera, pero debe recordar que el público no suele ir a un concierto para ser testigo de experimentos, que a menudo, responden al narcisismo de los músicos. La música de Brouwer ganaría mayor popularidad si el autor hiciera orquestaciones de sus obras, manteniendo su espíritu original, o sin apartarse demasiado de él; algo así como lo que hizo Stokowski con la Toccata y fuga en re menor de Bach.
Como han demostrado las vanguardias, la exploración formal conduce a menudo a extravíos, y lo nuevo no siempre es sinónimo de mejor. Como padre que sus creaciones, Brouwer tiene el derecho a vestirlas con ropajes nuevos (jazz, flamenco, pop, fusión,…), aunque muchos, para no lucir como no “inteligentes”, fingirán que les agradan las nuevas maneras, y soñarán con aquella música que les llegaba al corazón.