LA HABANA, Cuba, diciembre 2013, www.cubanet.org.- Boris Larramendi llegó a la casa de Antonio Rodiles en la madrugada del domingo 8 de este mes. En la noche del sábado 7, había actuado con su guitarra en un restaurante metamorfoseado en club, el “Fabio”, en J y 17, Vedado. Allí, entre el público, estaban Antonio y Ailer, los coordinadores de Estado de SATS. Cuando terminó la actuación, Boris tomó su mochila y su guitarra y se fugó a la zona más caliente de esta Habana geriátrica y dictatorial.
Al amanecer del domingo, escuchó junto a nosotros las noticias, llegadas de varios lugares del país, sobre detenciones y golpizas que anunciaban de qué color seria el Día Internacional de los Derechos Humanos.
Hace 10 años, en enero de 2003, formó parte de aquel elenco de músicos que estremeció las paredes del bastión de la timba dura: El Salón Rosado de La Tropical. En aquel momento, Boris le tomó el pulso a La Habana, pero en marzo de ese año la Primavera Negra lo sorprendió en Madrid. Entonces compuso el tema: Asere, qué volá, todo un calidoscopio y a la vez un puente espiritual entre dos tierras y el mundo. Un canto a la alegría triste de un pueblo en fuga.
Hace un año, Ailer Rodríguez tomó este tema como portada de la Campaña “Por Otra Cuba”, que exige al gobierno cubano la ratificación de dos pactos firmados por éste en la ONU en 2008: Pacto de los Derechos Políticos y Civiles y Pacto de los Derechos Económicos Sociales y Culturales. A diferencia de sus antiguos colegas del grupo Habana Abierta, Boris ha mantenido una actitud frontal con los artilugios manipuladores del régimen cubano. Lo ha hecho con inteligencia, pero sin esconderse. Esta vez, el motivo principal de su viaje a la isla fue participar del Primer Encuentro Internacional sobre Derechos Humanos y Pactos de la ONU.
De esa manera, el artista tuvo una visión de primera mano sobre la situación real en que se encuentra su país en esta etapa de “cambio fraude”, bajo la égida del generalato empresarial verde olivo. Durante los días que duró el asedio de la Seguridad del Estado, así como el acto de repudio con disfraz de feria cultural frente a la casa de Rodiles, no le temblaron ni las piernas ni la voz. Su visión sobre lo que se está moviendo alrededor del intercambio cultural Miami- La Habana explica muchas cosas y muchos “dobles rostros” que exhiben ciertos artistas de la isla y el exilio.
El día 10 por la tarde, Arnaldo Rodríguez, cantante y director de El Talismán, grupo de música bailable, se subió a la “Tarima-Repudio de 1ra y 60”. Éste terminó su actuación dando vivas a Fidel y Raúl. A propósito de esto, Boris dijo:
“Artistas como él van a sitios en Miami, como el “Vedado Social Club”, o “The Place”. Lo triste es que muchos cubanos que se fueron de la isla, pero no conocieron la era de los fusilamientos y la mano de hierro sin guante de seda del castrismo, pagan para ir a verlos en tales espacios (…) Estos artistas llegan a Miami y hablan de reconciliación; dicen que traen un mensaje cultural y no político. Luego los ves participando de eventos como esa tarima infame (…) Que nadie se engañe, el gobierno cubano está financiando a los artistas que convienen o juegan a favor de sus intereses para que actúen en Miami (…)
“Les facilita el viaje y garantiza que no tengan pérdidas si no pueden llenar los lugares donde actúan (…) Porque allí hay que pagarse, desde el alquiler del teatro hasta el sonido, y muchas veces la cuenta no le da ni a ellos ni al productor que los invita (…) Pero pasa que estos músicos participan de un modo muy sutil de manipular los sentimientos de una comunidad que quiere tener una relación normal con su país de origen, pero ¿a qué precio? (…) Al precio de darle un segundo aire a la misma dictadura que la obligo a irse (…) En esto hay una cuestión de ética personal que también es una opción de vida (…) A mí no me interesa hacerle el juego a este gobierno y menos ahora que lo he visto en su veta más represiva (…) Estos días en SATS han sido para mí inolvidables. La experiencia más trascendente que he tenido en mi vida”.
En la noche de este viernes 13 de diciembre, Boris Larramendi debe volar de regreso a Madrid. Lo hará con su conciencia en paz.