LA HABANA, Cuba, abril (173.203.82.38) – Cada persona es un universo, pero se dice que a menor edad, es menor la capacidad de mentir. Los niños son imaginativos y mienten por conveniencia, pero es difícil sostener hechos no vividos ante un tribunal, aunque el testimonio de los pequeños resulta más confiable que el de los adultos.
Existen, sin embargo, niños que rompen los límites cuando son manipulados por adultos irresponsables, como Gernoi Pardo, vecino de Residencial América, municipio Cotorro, La Habana, quien fue condenado recientemente a veinte años de prisión por su relación consentida con la hijastra de 13 años, a la cual preñó a pesar de convivir con la madre de la muchacha, una esquizofrénica de 39 años acusada de complicidad.
Guillermo Prieto, un barbero de 54 años, la sedujo cuando tenía 11 años. Como vivían bajo el mismo techo se convirtieron en amantes paralelos. Los vecinos murmuraban sobre la inusual relación, pero el caso fue descubierto por el hermano paterno de la muchacha quien, en ocasiones, la recogía.
La condena dictada contra Prieto, la apelación ante el Tribunal Supremo y el aborto de la adolescente, puesta bajo la tutela del hermano, acrecienta los murmullos en el barrio, donde se habla de las cartas cruzadas, los pretextos de ambos para alejar del hogar a la madre y los somníferos que le suministraban al caer la noche.
Otro caso patético fue ventilado meses atrás por el mismo tribunal. Una chica de 13 años, molesta por la separación de sus padres, no aceptaba a su padrastro, con quien tuvo varios problemas. Había referido ante terceros que lo sacaría de la casa, amenaza que cumplió al acusarlo de besarla en contra de su voluntad.
El padrastro, un babalao de 50 años que reside cerca de la Virgen del Camino, fue encarcelado dos meses, pero recibió el apoyo de la madre de la muchacha y salió bajo fianza por insuficiencia de los cargos. Como resultado del proceso resultó absuelto.
Historias similares pasan cada año por los tribunales de La Habana, aunque fuentes jurídicas aseguran que las relaciones consentidas o enmascaradas entre ascendientes y descendientes son casos aislados que quiebran el equilibrio familiar, principalmente en zonas rurales y pequeños poblados de la isla.
Hay litigios que parecen tomados de las películas de Pedro Almodóvar, o de las telenovelas de Argentina, Brasil o México. Uno implica a un padre de 38 años y a su hija de 13, denunciado por violación ante un tribunal capitalino. Todo comenzó cuando el novio de la muchacha le dijo a la madre que esta no era señorita. Ante la censura materna, la chica confesó que cuando visitaba al padre se acostaba con él, y no dejaría de hacerlo.
El segundo involucra a un ingeniero cincuentón que conquistó en la empresa donde labora a una joven que resultó ser su hija. Ambos lo supieron al visitar a la madre de la muchacha, quien había sido pareja del ingeniero y, al separarse le ocultó su embarazo. Padre e hija siguieron la relación clandestinamente y se separaron después. Acudieron al tribunal ante la insistencia de él por volver con ella, reconciliados como parientes y enemistados como amantes.
El tercer caso es un vecino denunciado por su esposa, la cual confirmó las sospechas que tenía sobre las relaciones sexuales entre el marido y la hija de ambos. Al ventilar el asunto en el hogar el hombre decidió marcharse, pero la muchacha confesó el amor por su padre y exigió su permanencia en casa.
Nada, que la convivencia tiende sus trampas y el resto lo pone la fragilidad humana. No en vano los infractores son rechazados por sus vecinos y familiares.