LA HABANA, Cuba, marzo, 173.203.82.38 -La operación de relaciones públicas continúa. Ahora los “gestos de buena voluntad” son más discretos, pero íntegramente ejecutados de acuerdo con un programa para la ocasión.
El guión –entre farsa y sainete- que incluye excarcelaciones por entregas, al estilo de las telenovelas, sigue representándose.
Todo lo serio y piadoso que pudiera haber en sacar de las penumbras a miles de reos, se diluye al conocer que la libertad les llega tras haber cumplido más de la tercera parte de sus condenas, o por padecer enfermedades terminales e impedimentos físicos no compatibles con las normas penitenciarias.
El Papa Benedicto XVI quizás se lleve una impresión de sinceridad y humanismo, con este gesto que se ha instituido oportunista y aplicado de manera excepcional.
No es la primera vez que se lleva a cabo la misma maniobra. Después de la aparente calma, siempre vuelve la tormenta.
La población penitenciaria en la Isla siempre se ha mantenido alta, en comparación con el número de habitantes y con el hecho de ser Cuba un país en el que existe, según el discurso gubernamental, un sistema socialista, apoyado por la mayoría del pueblo.
Fuentes no oficiales afirman que el número de cubanos tras las rejas sobrepasa hoy la cifra de 70 000. Los medios de prensa, todos controlados por el gobierno, nunca abordan el asunto.
Los indultos, que en cierto modo ponen fin a castigos no avalados por ley alguna o impuestos por delitos que no lo serían en casi ningún otro lugar del planeta, son una maniobra que pone al desnudo la mezquindad de un régimen habituado a perpetrar esas operaciones cosméticas.
Una revisión de los delitos cometidos por miles de presos, arrojaría notables arbitrariedades en sus procesos judiciales.
Es imposible una eficiente administración de la justicia en tribunales controlados por el único partido político legal en el país, y que además controla todo cuanto se hace dentro de las fronteras nacionales, en materia social, jurídica, económica, cultural y política.
Conceder la libertad a personas que – según las leyes- hace tiempo deberían estar en sus casas, es una medida que no merece aplausos ni agradecimientos. Y esa precisamente es una de las monedas con que el gobierno retribuirá la bendición de tener al Sumo Pontífice como huésped.
La “benevolencia”, que articulan en la sombra, es solo un instrumento. El representante del Vaticano no invertirá mucho tiempo en otros asuntos que no atañan a los intereses de la Iglesia católica dentro de Cuba.
La esperanza de cientos de presos, que sueñan con ser beneficiados por la excarcelación, se mantiene latente. El desencanto resurgirá con la despedida de Benedicto XVI, después de los tres días de visita. La suerte no tocará a todos los aspirantes a salir del infierno, que cuenta con más de 200 cárceles y campos de trabajo.
Una amnistía general sería pedirle demasiado a una claque de políticos con alma de carceleros. No creo que el Papa tenga la disposición de animarlos para que anuncien un gesto de esta naturaleza, ni ellos atenderían una petición tan descabellada.