LA HABANA, Cuba, marzo, 173.203.82.38 -El sábado pasado compré un DVD de películas con cinco de los más recientes audiovisuales cubanos. Buscaba la película Botero (conductor de taxi privado), y cuando pregunté a la joven cuentapropista si la tenían, me respondió afirmativamente, y luego me pidió que me sentara unos minutos a la espera de que me grabara el disco.
Resulta que en la amplia sala de su casa, en el municipio habanero de 10 de Octubre, bien acomodada en una mesa para computadoras, la joven buscó el archivo de la película, junto con otros cuatro audiovisuales. Introdujo un DVD virgen en el lector- grabador. Mientras, en una impresora láser jet, imprimió la carátula en una hoja. Seguidamente, la introdujo en un sobre de celofán transparente y dejó listo el estuche, donde guardó el disco una vez “quemado”. En media hora tuve en mis manos las cinco películas que me interesaban.
Evidentemente, el negocio de grabar películas “a la carta” en formato digital ha sustituido a la Distribuidora de Películas del ICAIC en su difusión de audiovisuales. Además, evita a los potenciales clientes el traslado hasta un cine para ver una película seleccionada y exhibida por el organismo oficial de la cinematografía nacional.
El año 2012 ha conocido el renacimiento del audiovisual cubano. No hablemos más de “cine cubano”, como institución oficial que todo lo decidía. Las nuevas tecnologías ofrecieron, con el soporte digital, una nueva vía para que realizadores con presupuestos mínimos y una nueva mirada alejada del canon estatal, emprendieran sus proyectos sin rígidos dictámenes y reglamentos institucionales.
Por otra parte, ante la falta de fondos financieros del gobierno para sus producciones, los aportados por pequeñas productoras extranjeras y asociaciones de los mismos artistas hicieron posible el milagro de la aparición de nuevos filmes nacionales.
A la vez, la venta de equipos lectores y reproductores de DVD en la red comercial, junto a la de unidades de almacenamiento digital, las flash-memory, en tiendas y por cuentapropistas, ofrece la oportunidad del soporte idóneo para el intercambio.
El resto quedó a expensas de los vendedores, por cuenta propia, de películas “quemadas” en discos DVD. Si el lastre del éxito es que son filmes “pirateados”, vale la pena asumir que en un país donde la censura total impera, una de las posibilidades de escapar a esa censura es la de poder acceder a los filmes mediante 25 pesos, moneda nacional.
Ciertamente, esta flamante producción cubana de audiovisuales implica un nuevo reto para los críticos de cine de la Isla, que todavía no alcanzan a asumir el hecho. Por lo pronto, sería más apropiado tomar el término de audiovisuales, en sentido genérico, para profundizar en este tipo de producciones.
Aunque sí han aparecido artículos, menciones y aproximaciones en publicaciones oficiales, referidas al nuevo fenómeno, lo cierto es que la crítica especializada no ha profundizado en la importancia que tiene para una multitud cada vez más amplia de espectadores.
Un público joven, sobre todo, que se identifica con los personajes que presentan estas producciones, donde caben antihéroes tomados de la vida real, pero a distancia de un neorrealismo hoy avejentado. En definitiva, son producciones independientes que aportan un mensaje nada apologético sobre la situación en Cuba. Y por ello, forman parte de un fenómeno que afirma una nueva etapa en la historia del casi centenario cine cubano.