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Aruca no viajó a las calderas del infierno

LA HABANA, Cuba, abril, 173.203.82.38 -Para el régimen cubano hay difuntos y “difuntos”. Si el fallecido formaba parte de la comunidad de exiliados —en el caso de que se decida a dar a conocer una semblanza de su vida-, se aplica de manera rigurosa el doble rasero informativo, porque siempre hay hechos que el gobierno está interesado en que no sean conocidos o recordados por el pueblo.

Esta burda manipulación ocurrió con el obituario incompleto de Francisco González Aruca, publicado por el periódico Granma, el pasado 12 de marzo. Seis días después de su entierro fue que el pueblo cubano pudo conocer del fallecimiento, a los 72 años, de González Aruca, en la ciudad de Denver, Colorado, Estados Unidos, donde residía.

En dicha información, se hace un resumen de las actividades del difunto durante los años que vivió en Washington, en los que desarrolló fuertes vínculos políticos y comerciales con el régimen de La Habana.

Aruca fue integrante del equipo editor de la desaparecida revista Areito, que propugnaba el acercamiento con el gobierno cubano. A finales de los años 70, fundó la compañía Mar Azul, de vuelos charter a Cuba. A mediados de la década de los 80, se trasladó a Miami para atender directamente sus negocios. A inicios de los años 90, fundó la emisora Radio Progreso Alternativa.

En la nota de Granma se destaca que el extinto fue un fuerte crítico “de la política hostil y terrorista de la mafia anticubana y se pronunció contra el bloqueo y otras medidas políticas y económicas dispuestas por los gobiernos norteamericanos”. La información de Granma omitió que Aruca se había fugado de la prisión de La Cabaña, a principios de la década del 60, cuando cumplía una condena de 30 años, por conspirar contra el régimen en un grupo católico clandestino.

Aruca se refugió en la embajada de Brasil en La Habana, en la que permaneció 18 meses, hasta que recibió el salvoconducto para abandonar el país. La esposa del embajador brasileño gestionó su salida con el entonces comandante Raúl Castro.

Aruca llegó a Miami poco antes de la Crisis de los Misiles. A finales de los 70, formó parte de los grupos que defendían el acercamiento a Cuba. Fue uno de los exiliados que en 1978 vinieron a La Habana y participaron en el primer diálogo con el gobierno de la isla.

La mayoría de los cubanos exiliados son víctimas de los desproporcionados ataques del régimen de La Habana, en los que priman las descalificaciones, las exclusiones y las injurias. Los integrantes de las diversas organizaciones del exilio son tildados de traidores y vendepatrias. A algunos miembros de esas organizaciones que han fallecido recientemente, la prensa oficial los ha demonizado o sumergido en  el olvido.

Pero en el caso de Aruca fue totalmente distinto. Tal parece que la dictadura tiene arrendada una parte del reino de los cielos, adonde envía para su descanso eterno a aquellos que durante su permanencia en el exilio estuvieron a su servicio.

Tal vez por eso Aruca fue presentado como un cubano totalmente impoluto, que merece respeto y reconocimiento. A los otros, los que nunca se prestaron a su despreciable juego, las autoridades los envían directamente a las calderas del infierno, para que nadie se acuerde más de ellos.

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