LA HABANA, Cuba, marzo (173.203.82.38) – Días atrás, al conocer a Girón, un negro alto y fibroso de más de ochenta años, creí estar ante uno de los personajes de Pedro Juan Gutiérrez. Mientras lo escuchaba, en presencia de un amigo común, recordé a Cholo Bandera, el viejo ex boxeador de uno de los cuentos de Trilogía sucia de La Habana. Ambos son huéspedes insólitos de la marginalidad.
Casi sin cejas, medio encorvado de hombros y siempre en guardia, Girón es un personaje respetado en Centro Habana, donde reside en un cuarto medio desvencijado que compró al llegar de Holguín, sin pensar en los complejos mecanismos establecidos por los funcionarios de la Dirección Municipal de Vivienda, quienes tocaron a su puerta en nombre de la ley, palabra extraña para un ex boxeador que tiene su propio código de vida y sobrevive del juego de dominó, cartas, gallos u otro entretenimiento que le aporte unos pesos.
Como Girón apenas ha visto un documento en su larga existencia, tiró al rincón el papel en que lo citaban a la Dirección de Vivienda, y olvidó el asunto. Al marcharse el empleado, echó en su jaba los objetos de cada día: el juego de cartas, la cajita con las fichas de dominó, la botella de ron, el jarro de aluminio y el machetín para que nadie lo sorprenda en su deambular por bares y solares de la Habana Vieja, el Cerro o Centro Habana, donde es venerado por prostitutas, bandidos, policías y jugadores.
Meses después, dada su situación de ilegal en el cuarto adquirido, y ante los infructuosos requerimientos de la Dirección de Vivienda de Centro Habana, Girón fue declarado por una resolución de la entidad como ocupante ilegal, a lo cual no hizo caso, y dejó transcurrir el término de 30 días hábiles para establecer el recurso de apelación ante la Dirección Provincial del organismo.
“¿Para qué legalizar el cuarto si yo apenas duermo? Dormiré cuando muera”, le dijo al vecino que le informó sobre el empleado que trajo la orden de emplazamiento para que abandonara el inmueble, con la aclaración de que si incumplía, sería desalojado de forma forzosa con el apoyo de la policía, según consta en el artículo 115 de la Ley general de la vivienda.
Ante la inminencia del desalojo, Girón se acordó de un abogado holguinero que trabaja en un bufete capitalino. El letrado le explicó que desde el punto de vista legal no había nada que hacer por haber transcurrido el plazo de apelación. Le aseguró que en casos como el suyo, hay personas que “se ponen duras y no salen de la habitación; a veces los dejan en paz y con el tiempo hasta los legalizan”.
Girón reflexionó hasta que el abogado volvió a preguntarle:
-¿Qué vas a hacer?
-Por el momento, voy a ir amolando el machetín.
Ante una respuesta tan sui géneris, resulta fácil imaginar lo sucedido. Girón sigue en su cuarto de Centro Habana.