LA HABANA, Cuba, diciembre, 173.203.82.38 -Las últimas fotografías de Alan Gross -el subcontratista norteamericano purga una condena de 15 años por traer equipos de comunicación para la pequeña comunidad judía que aun permanece en Cuba- me recuerdan a los internados en Auschwitz, el tristemente célebre campo de concentración que Hitler ordenó construir en Polonia.
La instantánea que trae a mi memoria ese oscuro pasaje de la historia fue tomada este mismo año, en los predios del Hospital Finlay.
Su deplorable aspecto, no concuerda con los partes oficiales. Una simple observación echa por tierra las versiones edulcoradas sobre la salud del reo. El contraste en lo que se afirma y lo que muestran las fotografías, refuerza la tesis sobre las macabras intenciones del gobierno cubano al detener a Gross , en La Habana, el 3 de diciembre de 2009.
Muchos pensamos que la causa principal del arresto y la fuerte condena de Gross, fue una calculada estrategia de la dictadura para presionar a la administración Obama para que libere a los 5 espías cubanos presos en cárceles estadounidenses, desde 1998.
Los voceros del régimen cubano han planteado abiertamente el intercambio de prisioneros como única salida al asunto, que mantiene congeladas las posibilidades de avanzar en una recomposición de las relaciones entre ambos países, tal y como lo ha planteado el inquilino de la Casa Blanca.
Razones sobran para entender la postura norteamericana. Ante todo, Alan Gross no es un espía. Las cuatro o cinco veces que entró a la Isla lo hizo sin nombres falsos, ni instrumentos para obtener información sensible, algo muy diferente a lo que mostraron las evidencias presentadas en el juicio a los cinco agentes de la Inteligencia cubana.
Respecto a la grotesca trama, no parece haber una solución inmediata, salvo que la salud de Gross se quebrante más de lo que se supone esté, y haya peligro de muerte. La apuesta de sus captores es conservarlo tras las rejas el mayor tiempo posible para agotar la resistencia de Obama a acceder al canje, y lograr una victoria mediática. Pero las fotos indican lo peor. Huesuda apariencia, el rostro marcado por el agotamiento y una mirada que denota la incertidumbre.
Espero que Alan Gross corra la suerte de Viktor Frankl, el psiquiatra austriaco que sobrevivió a los tormentos padecidos en Auschwitz, y no la de los más de dos millones de seres humanos que perdieron la vida en aquel infierno terrenal.
Salvando las distancias entre Hitler y los Castro, entre el famoso campo de concentración nazi y la celda donde sobrevive este hombre de 63 años que ya aparenta 80, es preciso recordar que la probabilidad de morir en una cárcel cubana, de sufrimiento, enfermedad mal atendida o por secuelas de una paliza, son altas.
Esperemos que se desate a tiempo el nudo gordiano. De prolongarse esa situación, el rehén estadounidense corre peligro de no regresar vivo a casa; o de que el daño para su salud física y mental sea irreversible. Es hora de que retorne a su país.