CIENFUEGOS, Cuba, agosto (173.203.82.38) – El grito lanzado por el oficialismo cubano: “Ahorro o muerte”, recuerda a aquel otro lanzado por España durante la campaña militar contra los mambises: “Por la perla más valiosa de la corona, que es la isla de Cuba, hasta la última peseta”.
Si se analizan las dos consignas, salta a la vista (aunque se trata de épocas distantes en el tiempo) que ambas contienen una coincidencia emotiva. En las dos hay exasperación ante una situación que se les escapa de las manos.
Del mismo modo que España perdió a Cuba, su última colonia en América, el régimen cubano está perdiendo la batalla para satisfacer las necesidades de la población, cada vez más rebelde.
Todo lo intenta el gobierno para mantener niveles de vida más o menos adecuados, según la norma revolucionaria, sin renunciar al poder totalitario. Ahora se enfrascó en la batalla por el ahorro; y esto da risa, no porque evitar el exceso de consumo sea malo, sino porque en una economía colapsada desde hace décadas, de qué ahorro se puede hablar.
Pedirle a un cubano que ahorre, es como pedirle a un asceta, que practica en forma regular la abstinencia, que deje de comer definitivamente. En un país donde un equipo de aire acondicionado es un lujo, a pesar del calor sofocante que se padece durante casi todo el año; una nación donde más del 90% del parque automotriz está en manos del Estado; donde la posesión de artículos electrodomésticos por parte de la población es mínima y donde las necesidades de vivienda y salud pública abundan, ¿de qué ahorro están hablando?
El régimen está en quiebra, ha maniatado durante medio siglo nuestra fuerza productiva, ha destrozado la economía del que fuera un próspero país, agotado todas sus posibilidades y ahora culpa de sus ineficiencias al pueblo. Quieren convertir una vez más a la víctima en victimario.