LA HABANA, Cuba, julio, 173.203.82.38 -Después de media centuria de abandono, el gobierno cubano decide respetar las normas arquitectónicas, cuestión que pone el mazo de la ley sobre el desorden inmobiliario, principalmente en La Habana. Al parecer, las multas, los desalojos y las demoliciones para combatir las construcciones y ampliaciones ilegales, no quedarán en letra muerta. Pero el problema va más allá del ámbito habitacional y urbanístico. El gobierno quiere poner orden hasta en el Cementerio de Colón.
Los que poseen bóvedas en la necrópolis habanera de Colón, y no cumplen con los requerimientos arquitectónicos ahora de rigor (por ejemplo, quienes han levantado cobertores a base de tubos de metal y tejas acanaladas), tienen hasta el 31 de agosto próximo para reconstruirlas. El ultimátum responde, dicen, a un Programa de Restauración y Mantenimiento, encaminado a preservar los estilos y diseños originales del camposanto más grande e importante de Cuba.
Lo sorprendente es que en realidad se pueden contar con los dedos de las manos esas estructuras, que ahora tanto molestan. Esto ha hecho que algunos hasta sospechen que el gobierno, al dar tan poco tiempo para que se efectúen los requeridos arreglos, podría andar en busca de justificaciones para confiscar algunas de esas valiosas bóvedas cuyos dueños pasaron a mejor vida, es decir, emigraron.
El semanario Tribuna de La Habana publicó, el domingo 24 de junio, una nota con la noticia; no muy buena para los dueños de las tumbas. Por el momento parece que la disposición no se aplicará en otros camposantos habaneros, como los de Regla, Guanabacoa, o el Cementerio Chino de Nuevo Vedado.
Sin embargo, el pasado 2 de julio, pude corroborar, con algunos trabajadores que restauran el cementerio de Colón, que ellos ni siquiera están informados sobre la medida.
Como se conoce, esta necrópolis es muy frecuentada por turistas extranjeros y por cubanos residentes en el exterior y es muy probable y hasta lógico que a ello se deba el nuevo interés gubernamental en la preservación de su integridad arquitectónica. Además, allí reposan héroes de la patria, políticos y personalidades de nuestra cultura, incluidos muchos familiares y compañeros de lucha de la alta jerarquía en el poder.
De cualquier modo, por sus valores arquitectónicos, el cementerio de Colón es una joya de la cultura cubana y uno de los más importantes de América y el mundo. Y es justo que se le cuide, por más tarde que el gobierno se haya dado cuenta.
Lo que tal vez no sea justo es que mientras el Estado cubano planea destinar recursos y mano de obra a la restauración de este “cementerio turístico”, en los cementerios de la periferia habanera –donde también están enterrados cubanos- proliferan el abandono y el más lastimoso deterioro de los sepulcros, sin que se haga nada por evitarlo. El hurto de búcaros, lápidas, prendas u osamentas, con fines religiosos, genera un lucrativo negocio, a costa del dolor ajeno y delante de las narices de las autoridades. La misma necrópolis de Colón no escapa al vandalismo.
A modo de ilustración, pongo un par de ejemplos. En el cementerio de Santa María del Rosario, en el municipio habanero de Cotorro, cientos de osarios están amontonados, desde hace años, dentro de un contenedor de carga. En el cementerio de Managua, en el municipio Arroyo Naranjo, debido a la falta de osarios, las osamentas son hoy “conservadas” en sacos de nilón.
En medio de esta aguda crisis, no creo que se deban gastar grandes sumas para embellecer un cementerio-vitrina, cuando en el resto de los cementerios del país faltan nichos, bóvedas colectivas, osarios, agua potable y otros servicios esenciales.