LA HABANA, Cuba, febrero (173.203.82.38) – Por su masividad, ofertas, carácter internacional y su atípica sede –fortaleza de la Cabaña-, la Feria del Libro de La Habana, cuya XX edición concluyó el pasado 20 de febrero, constituye un espectáculo mediático superior al zigzagueante carnaval de la ciudad. El show se extiende durante dos semanas a librerías de 16 poblaciones de la isla que venden los mismos ejemplares.
Concebida para impresionar a los visitantes extranjeros y entretener a los cubanos, el evento del 2011 estuvo dedicado al Bicentenario de la Independencia de América Latina, el 220 natalicio de la Revolución de Haití y las naciones del ALBA, aliados estratégicos del régimen cubano, nucleados en torno a Venezuela desde 2004, lo cual favoreció la presencia de textos, escritores y funcionarios de Bolivia, Ecuador, Nicaragua y tres islas del Caribe.
Según los organizadores, el evento contó con 158 expositores extranjeros y 50 cubanos que ofrecieron 2 mil 400 títulos a más de cinco millones de visitantes. La cifra incluye a cien editoriales rusas que trajeron obras de la literatura clásica y contemporánea de esa nación, así como el tradicional pabellón de libreros de Andalucía, el stand del Instituto de Cooperación Iberoamericana, los mini libros de Perú, de Urano (México) y otros representantes editoriales de Europa y América Latina.
La Feria del Libro de La Habana sigue marcada por el síndrome de la exclusión de autores cubanos y extranjeros que tocan temas tabúes. La censura impide el flujo de obras de escritores exiliados y de narradores y ensayistas distinguidos con el Premio Nobel. La ausencia del segmento profesional redujo los debates al momento de las presentaciones. Los altos costos y complejos trámites aduanales limitan el arribo de las principales editoriales de Europa y América.
A juzgar por los títulos ofrecidos por Letras Cubanas, Arte y Literatura, Unión, Casa de las Américas y los centros provinciales del libro, nuestras casas editoras compensaron la falta de diversidad con pequeñas tiradas de volúmenes a bajo costo, representativos de los géneros esenciales. Predominaron, por supuesto, textos de historia y política que privilegian el discurso del poder y denigran a los Estados Unidos.
El libro de mayor interés fue El hombre que amaba a los perros, del novelista Leonardo Padura, presentado en la sala Guillén, bajo asedio de la policía política, pues el autor se vale de un crimen para destapar los íntimos resortes de la perversión del socialismo. Los asistentes pudieron adquirir, además, las obras del narrador Jaime Sarusky y del ensayista Fernando Martínez Heredia, premios nacionales de literatura y ciencias sociales, a quienes estuvo dedicada la Feria.
Entre las 31 novedades nacionales y las 96 del SET–sistema de ediciones territoriales- que circularán por las librerías provinciales, del 20 de febrero al 6 de marzo, vale la pena comprar los galardonados con los Premios de la crítica literaria, como Peligrosos prados verdes con vaquitas blanquinegras, del holguinero Rubén Rodríguez, y Cuentos del buen y mal amor, del pinareño Nelson Simón; los Premios Alejo Carpentier 2010: de novela (Una Biblia perdida, de Ernesto Peña González), cuentos (Del otro lado, de Rafael de Águila) y ensayo (Virgilio Piñera o la libertad de lo grotesco, de David Leyva González).
Durante la Feria se concedieron, por supuesto, el Premio Alba de las Letras, al escritor venezolano Luis Brito, y Alba de narrativa, al argentino Juan Pablo Fiorenza y el venezolano Sol Linares, quienes disertaron sobre la actualidad literaria de Latinoamérica, junto a especialistas cubanos.