LA HABANA, Cuba, marzo, 173.203.82.38 -No hace mucho la prensa oficialista cubana informaba que la Conferencia Mundial de Radiocomunicaciones, reunida en Ginebra, y a instancias del gobierno cubano, condenó las agresiones radiales y televisivas del gobierno de Estados Unidos contra la isla.
Sin ser un experto en el tema, y más allá de cualquier elemento técnico, estimo que un análisis objetivo debe de tomar en cuenta el impacto de dichas transmisiones sobre las personas a las cuales van dirigidas. En esta ocasión me referiré únicamente a las transmisiones radiales.
Cuando en mayo de 1985 el gobierno de Estados Unidos comenzó las transmisiones de Radio Martí, la emisora podía escucharse en onda media (AM), es decir, en las mismas bandas y frecuencias que el resto de las emisoras del país. O sea, que un ciudadano cubano sintonizaba su equipo de radio con el objetivo de escuchar Radio Rebelde, Radio Progreso o Radio Reloj, y sin proponérselo, existía la posibilidad de que Radio Martí entrara también en su hogar. En ese sentido sí era lógico hablar de una “agresión radial contra el país”, ya que la emisora procedente de Estados Unidos podía irrumpir sin que esa fuese la voluntad del radioescucha. Pronto las autoridades cubanas interfirieron las emisiones de Radio Martí, y por tanto la emisora dejó de escucharse en AM.
Pero muy distinto es el escenario si nos remitimos a la onda corta. Cuando una persona sintoniza una emisora en la onda corta (SW2, SW3, entre otras), lo hace con toda intención, y casi siempre con la idea de acceder a una emisora específica. Si en ese empeño el radioescucha recibe una interferencia que le impide la sintonía, entonces estamos en presencia también de una inequívoca agresión radial, pero ahora el agresor es el autor de la interferencia, y nunca la emisora interferida.
Después de que las autoridades cubanas decidieran interferir las emisiones de Radio Martí en onda media (AM), los cubanos que deseábamos seguir escuchando su programación no tuvimos más alternativa que sintonizar la emisora en cualquiera de las bandas de onda corta en las que transmitía. Sin embargo, un día descubrimos que, una tras otra, todas las emisiones de Radio Martí en onda corta estaban afrontando igualmente la interferencia, y que debíamos realizar mil piruetas con el radio y la antena para, a duras penas, captar la emisión. Incluso, el alcance de la interferencia era tal, que en ocasiones obstaculizaban la recepción de otras emisoras internacionales como Radio Exterior de España, Radio Francia Internacional o Radio Netherland.
Sería muy conveniente que los señores de la Conferencia Mundial de Radiocomunicaciones pudieran discernir acerca de la situación creada, y no juzguen solo de acuerdo con el criterio de los gobernantes cubanos. Porque es cierto que a las autoridades de la isla les asiste el derecho de defender su espacio radiofónico, la onda media o AM; pero también es cierto que la interferencia que esas mismas autoridades le aplican a la onda corta, es una auténtica agresión a los radioescuchas cubanos, los cuales se afanan por acceder al libre flujo de la información.