LA HABANA, Cuba, marzo (173.203.82.38) – El gobierno, en materia sindical parte de un silogismo: lo que es bueno para el estado es bueno para los trabajadores. Sin embargo, el control sindical de los trabajadores por más de medio siglo demuestra que la realidad es bien diferente.
En 1991, luego de la desaparición del bloque soviético, se autorizó el trabajo por cuenta propia; y se intentó, sin éxito, el control sindical de miles de cuentapropistas
Ahora mismo, debido a otra crisis, se otorgaron licencias para ejercer algunos oficios. El gobierno retoma su viejo empeño de controlar a los trabajadores independientes y trata de imponer los gremios estatales mediante varios subterfugios. El más socorrido es ofrecer amparo al trabajador no estatal en supuestos o reales asuntos de poca monta, como reclamaciones al Estado mediante el sindicato oficialista, o canalizar la obtención de materias primas a sabiendas de que el gobierno tiene el control de las importaciones y domina el comercio minorista.
Aseguran que el sindicato puede ayudar con sus buenos oficios, como en el caso de que habla la prensa, del propietario de una cafetería, a quien un trabajador de la campaña contra el mosquito Aedes Aegipty, le comunicó que iba a fumigar el negocio. El cuentapropista se negó a cerrar en ese momento, por ser la hora de mayor ajetreo de venta. El fumigador insistió en cumplir con su deber, y el asunto se resolvió “gracias” a la intervención del sindicato: se fumigaría después del cierre de la cafetería.
El verdadero objetivo del gobierno para tratar de imponer la sindicalización a los cuentapropistas es no perder el control político sobre ellos
“Ya no estoy obligado a participar en las manifestaciones convocadas por el gobierno, ni pagar las cuotas obligatorias para mantener el sindicato, las Milicias de Tropas Territoriales, ni firmar el libro de entrada. Ahora me siento más libre” –expresó Humberto Masó, un nuevo trabajador independiente.