LA HABANA, Cuba, enero, 173.203.82.38 -El 14 de enero de 1962, el líder cubano Fidel Castro confiscó el béisbol y, con él, todo el deporte nacional. Ese día, hace ya 50 años, se inició la Primera Serie Nacional de la llamada pelota revolucionaria, con cuatro equipos, para lo cual el Comandante lanzó la primera bola.
Previamente, había procurado convencer a algunos peloteros amateur, próximos a firmar en las ligas profesionales, para que no lo hicieran. Los persuadidos se quedaron en la miseria, los que no, tuvieron que marcharse con su riqueza para siempre.
Al conmemorar la efemérides, el vice-presidente del INDER, Alberto Juantorena, un producto de esta manera del deporte, ex recordista mundial y olímpico de atletismo, declaró en la TV, rodeado de niños, que ese día Fidel había puesto fin al profesionalismo y su corrupción, donde los atletas se venden, y venden los juegos en provecho de los magnates. Señaló que a partir de entonces, surgió en Cuba un deporte limpio, masivo, con principios éticos. Y claro, pidió un aplauso para el Comandante.
La enseñanza privada, anterior al triunfo de la revolución de 1959, se caracterizó por el fomento del deporte. Era muy difícil encontrar una escuela que no tuviera al menos un equipo de pelota. En los años 60, la revolución mantuvo esa costumbre en los centros de becarios que proliferaron por todo el país. Y es correcto hablar de masividad deportiva en estas dos décadas, por la creación de escuelas de iniciación deportiva y de perfeccionamiento atlético, como afianzamiento del auge deportivo en el país.
Pero la militarización de los centros de enseñanza media y superior, a finales de los años 60, puso fin al auge deportivo escolar. Y las escuelas en el campo que le siguieron, terminarían de rematar la masividad deportiva. No había una sola escuela que tuviera equipos deportivos. Y como consecuencia, el deporte también murió en la poca enseñanza media que quedaba en las ciudades y las universidades.
Las escuelas deportivas cubrieron esa falta de base, y se perfeccionaron, al punto de lograr altos resultados a partir de la selectividad de los cazadores de talentos.
Se creó una industria de atletas. Pero éstos dejaron de ser naturales para convertirse en algo sintético, una creación de laboratorio.
Por paradójico que pueda parecer, Cuba es uno de los países de América que tiene menos instalaciones deportivas y que da un menor uso a las mismas; con uno de los porcientos poblacionales más bajos, por atletas de base, y a la vez, con el mayor índice de atletas de alto rendimiento per cápita.
La inmoralidad está institucionalizada, especialmente en la pelota, que llaman amateur, cuando es profesional y fraudulenta. Lo primero, porque el atleta recibe un salario por jugar, que va aumentando con arreglo a sus logros. Y lo segundo, porque, para pagarles a esos atletas, se les ubica (simbólicamente) en un empleo que desconocen por completo. Así se les puede ver en una plantilla de un hospital, como médicos, o en una industria, como ingenieros, sin serlo realmente. Que sean profesionales mal pagados, es otra cosa.
Los equipos de pelota de las series nacionales cuentan con un oficial de la contrainteligencia militar para que vigile a los peloteros y para echar a un lado al que considere susceptible de intentar desertar hacia las Grandes Ligas. Cuando viajan al extranjero, no los dejan moverse, y les quitan el pasaporte para impedirles que se escapen.
En Cuba, se puede ver en la TV a los clubes profesionales del fútbol: Real Madrid, Barcelona, Boca Junior, etc… Pero no es posible ver la pelota de Grandes Ligas.
No obstante, los peloteros se fugan hacia las ligas mayores con más frecuencia cada día. El equipo habanero Industriales se quedó sin pítcher, y todos padecen de la misma erosión.
Gracias precisamente a esos atletas que han abandonado la mal llamada pelota revolucionaria, mejoró aquí, en prudente medida, la consideración a los peloteros, como un intento de impedir el éxodo. Ahora los alojan en buenos hoteles, les regalan automóviles, les dan buenas casas y otras prebendas. Pero aún así, nuestros peloteros han echado a andar, pero en dirección distinta a la que anunciara el Che Guevara, porque ellos no pararán…. hasta las Grandes Ligas.