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¿Existe una producción alternativa en el arte cubano?

LA HABANA, Cuba, noviembre, 173.203.82.38 -El proyecto independiente Cristo Salvador Galería, coordinado por Otari Oliva y Jazmín Valdés, que comenzó hace casi año y medio en una vieja casona de El Vedado, está culminando un exitoso ciclo de exposiciones en cinco fases —que comenzó el 15 de septiembre pasado y se clausura el próximo 28 de noviembre— bajo el nombre de Parche rosa sucio, muestra de graffiti habanero, que, según el catálogo, “mostrará un amplio espectro que abarca tanto propuestas experimentales, enfocadas en la producción de códigos visuales, hasta manifestaciones de la pintada política”.

El domingo 18 fue inaugurada la quinta fase del ciclo con una exposición conjunta de El Sexto y Dishabao. En las cuatro fases anteriores habían expuesto M.M., Filio, Tomk, SLIM-STR, PIBcrew, Abrocha, Yaimel, Senrot, Alberto, Alloysiuos, Emilio, INCAPESTUDIO, KAOS, M&M, Onto, Robiert, Warhero y 5STARS. A lo largo de todo el ciclo, han colaborado, junto a Jazmín y Otari, Julio César Llópiz,  Manuel Márquez y Álvaro Álvaro.

En días anteriores, en conversación con Otari Oliva, muchas cosas quedaron claras. Entre ellas el nombre de esta galería, que se aparta de las denominaciones comunes de las galerías que se dedican a proyectos alternativos. Cristo Salvador es un nombre que viene de la opinión que tiene Otari de los Evangelios. “Me parece que proponen algo, desde un punto de vista moral, que en cierta forma pudiera ser un ideal para un espacio como este”, me dice. “Algo que a mí me parece que se dirige fundamentalmente al tema de la liberación”, añade, pero me advierte: “Yo no soy religioso. Para mí los Evangelios definen una posibilidad y un reto cultural, social, político, ideológico”.

La motivación fundamental del proyecto, según este artista plástico, “es tratar de hacer algo que cree una posibilidad distinta a la forma en que está derivando el arte cubano contemporáneo”. Al principio estuvo la colaboración de Ezequiel Suárez, uno de los fundadores de Espacio Aglutinador, la conocida galería alternativa, lo cual ha dejado una huella en el trabajo posterior. “Para mí es fundamental”, dice Otari, “comprender cuál es la fenomenología del mercado del arte en Cuba para nosotros hacer un trabajo que esté al margen de eso”. En el país no hay un verdadero mercado interior de arte y el mercado internacional ha ido creando una presión sobre el arte cubano, que ha tratado de emparejarse en un escenario internacional muy amplio y complejo. “A excepción de Tania Bruguera y Jorge Pardo, que yo sepa, en los últimos veinte años nadie ha entrado a discursar en los más altos niveles del arte contemporáneo”, opina.

Cuando Otari ve que muchos artistas intentan que cada vez haya una mayor inversión de dinero para producir un trabajo competente, de acuerdo con el modelo de la escena internacional, le parece que se crea una contradicción muy grande en un contexto como el nuestro, “extremadamente empobrecido desde todos los puntos de vista, en lo económico, en lo social, en lo político y en lo cultural”. De hecho, cree que “estamos en la crisis cultural más grande que ha tenido la historia de este país. Estamos ahora mismo en medio de una grave decadencia de la cultura cubana”.

Aunque los coordinadores del proyecto Cristo Salvador Galería no comparten la idea de que el arte deba perder nivel para poder llegar a la gente, piensan que “el arte no puede ignorar el contexto, no puede ignorar a la gente y tiene que problematizar constantemente su relación con la gente, no con el público ya establecido y que legitima lo que es el arte en los espacios institucionales y en las galerías, sino con la comunidad dentro de la cual el arte debe generarse y a la cual debe atender”. Se trata, por tanto, de crear un espacio —donde los proyectos trabajen con un mínimo de presupuesto— insertado dentro de la comunidad, tratando de alcanzar a otro tipo de gente, no solo a los artistas. “Para hacer eso”, explica Otari Oliva, “intentamos trabajar con obras y artistas que las instituciones no pueden absorber por diferencias ideológicas, por una temática artística incompatible con los principios de esas instituciones, o porque no les ofrece perspectivas mercantiles, algo que define su trabajo mucho más que las razones ideológicas y políticas”.

El graffiti es un fenómeno importantísimo en la escena del arte contemporáneo como expresión que trabaja en una brecha que, en consideración de Otari, se abre entre su carácter elitista, mercantil, y la cultura masiva. De manera que podría ser entendido como una manifestación relacionada con la voz propia de la cultura popular, poniéndola en escena en el contexto de la cultura urbana. Sin embargo, piensa él que hay niveles complejos de conciencia artística, crítica, cultural, sobre ese tema en el mundo que quizás aquí no existen. Además, “vivimos en una confusión total”, dice: “Por mi experiencia fuera de Cuba, realmente el mundo se define a través de un intercambio cultural muy intenso, al que se puede acceder de forma privada, como individuo. Y eso en el contexto cubano no existe”.

Hablando de Parche rosa sucio en particular, “nos dimos cuenta de que el graffiti en La Habana tenía un segundo momento”, cuenta Otari, considerando que el primer momento se dio con Arte Calle y, luego de un intervalo, a partir de 2005 ó 2006 resurgió el graffiti, cuando comenzaron a hacerlo sobre todo estudiantes de arte, que fue lo mismo que pasó con Arte Calle. De manera que se repetía un detalle en la historia, y se repetía también el hecho de que las instituciones cubanas rechazaban el tema, a pesar de que el graffiti en el mundo se asume de otro modo. Entonces creyeron ellos que era importante crear un intento de registro, de base de datos, de documentación sobre el graffiti, y en la medida de sus posibilidades —por muchas limitaciones desde el punto de vista de la producción— hacer el ciclo de cinco exposiciones con un grupo de grafiteros invitados; pero, como se trata de un fenómeno de la calle difícil de acotar y sobre el cual no hay registros ni información, decidieron que iban a trabajar dándoles un margen de curaduría, de capacidad de selección, a los artistas para que ellos invitaran a otros que consideraran importantes, porque así sería más completa la muestra.

“Queremos, una vez terminado el ciclo de exposiciones”, explica Otari, “compendiar un catálogo sobre la base de lo que se hizo aquí, que también tenga más información sobre el graffiti de La Habana. Nos hemos limitado a La Habana porque no tenemos un conocimiento cabal sobre lo que sucede en otras provincias”. Y aun así, por el número de grafiteros en la capital, las exposiciones debieron tener más un carácter representativo que antológico. Sin embargo, los organizadores consideran que una de las posibles consecuencias de esta muestra sistematizada de graffiti sea que, tomándola como referencia, pueda darse un evento más extenso y abarcador, con más estudios teóricos y una investigación más profunda, incluso con más recursos. Este ha sido, ante todo, un primer punto de apoyo para el trabajo dentro de una galería, sin pretender definir el graffiti, que se define en la calle. Cuando pasa a un espacio interior se trata necesariamente de otro aspecto del fenómeno. Según Otari, primero que todo, se está enfocando como arte, y el graffiti que se hace en la calle no tiene que ser necesariamente arte, porque puede ser muchas cosas. Cuando entra en un espacio como este, donde de alguna manera se puede entender que se “legitima” el fenómeno artísticamente, es otra la problemática. “De todas maneras, hemos tratado que se mantenga dentro de una mirada que atienda a lo cultural más que a lo artístico”, aclara.

Aunque quisieron que los artistas trabajaran mayormente sobre las paredes, no todo el ciclo se ha caracterizado por eso. Algunas obras están concebidas para ubicarse dentro de una galería y confiesa Otari que quizás fueron ingenuos cuando les propusieron a los artistas que debía trasladarse, dentro de lo posible, el espíritu de lo que está sucediendo en las calles de La Habana al interior de este espacio. Las obras realizadas sobre las paredes son obligadamente efímeras, destinadas a vivir la dinámica de la calle durante un lapso de tiempo determinado. Pero en definitiva todo depende de que lo que quieran los creadores invitados. En principio, los organizadores de Cristo Salvador Galería les dicen: “Ustedes vienen y hacen lo que deseen hacer y nosotros los apoyamos en el proceso”. El apoyo puede ser puramente material o de trabajo físico en el montaje y, en ocasiones, ha sido un apoyo de entendimiento de la dinámica del espacio. Hay artistas del graffiti que no tienen experiencia de trabajo en un espacio interior, pero en otros casos no, pues ya tienen una experiencia y cuando llegan aquí conciben una idea de trabajo espacial adecuada. Para algunos ha sido difícil por la dinámica interior, con las paredes segmentadas, porque se trata de una casa, no una galería normal.

¿Y por qué ese título para el ciclo de exposiciones? Bueno, Parche rosa sucio se refiere a que, cuando tapan los graffitis en la calle, usan sobre todo una pintura que tiene precisamente un color rosado medio sucio, aunque en ocasiones utilizan otro tipo de pintura. Eso resulta ser no solo una manera de tapar un graffiti, sino de señalar que ahí hay un graffiti. “Es curioso que, cuando uno camina por la ciudad, se encuentra que muchos espacios están parchados de la peor forma posible”, dice Otari: “Desde el punto de vista de lo horrendo, de la desarticulación —y aunque acusan al graffiti como culpable de dañar la imagen externa de los edificios y los muros—, esta práctica del parche color rosa sucio es aun peor, porque a la larga agrava el problema, no lo resuelve”.

En su particular opinión, el texto fundamental del graffiti todavía falta. “Y creo que es un texto de índole política, aunque entiendo también por qué está ausente”, razona, añadiendo: “Conversando con ellos, los grafiteros me han dicho que el elemento más auténtico que tiene el graffiti es la escritura, y de hecho el nombre viene de ahí. Más que un trabajo de imagen es un trabajo de escritura. Creo que el graffiti es incluso una respuesta a ciertas cuestiones posmodernas, una respuesta muy especial porque la posmodernidad se enfoca en la masificación y en las élites”. Por cierto, recordé algo que El Sexto había dicho, ajeno a disquisiciones teóricas, pero coherente con la manera en que asume su arte: “No hay que tener ningún temor, porque el graffiti es contestatario en sí mismo y no se puede tener una actitud «gelatinosa». El que no quiera buscarse problemas, que se ponga a hacer croquetas”. Por algo está escrito en el catálogo: “Tomar la pared sin ceremonias”.

Más allá de este ciclo de exposiciones, y desde antes de él, hay una pregunta muy importante para Otari Oliva y para contestársela es que ha iniciado el proyecto Cristo Salvador Galería y ha abandonado momentáneamente su propia creación como artista: ¿Existe verdaderamente una producción alternativa en el arte cubano? “Y no solo en cuanto a producción de obra se refiere”, aclara, “sino en cuanto a ruptura con respecto al arte cubano”. La respuesta es lo que todos han podido ver en las paredes de su casa, pero una respuesta todavía incompleta. “Para mí, todo este trabajo es una investigación sobre ese tema”, revela, para concluir: “La respuesta está en proceso. Todavía no la tengo”.

Jazmín Valdés y Otari Oliva saben que para encontrar una contestación definitiva deben hacer todavía un duro trabajo. En eso están, pero por eso mismo es que tienen una página en Facebook (con el mismo nombre del proyecto, Cristo Salvador Galería, que actualizan sistemáticamente) y no una página web, pues sería muy engorroso para ellos ocuparse de eso y les consumiría mucha energía y mucho tiempo, que necesitan para su labor principal. Una labor sin duda alguna encomiable y ejemplar.

PULSE EN LAS FOTOS PARA AMPLIAR / Fotos de Ernesto Santana