LA HABANA, Cuba, abril, 173.203.82.38 -El 14 de abril Cuba votó de manera imaginaria en las elecciones de Venezuela, cuando buena parte de la población cubana no se fue a dormir hasta saber el resultado de los sufragios, disputados entre el candidato chavista -presidente encargado Nicolás Maduro- y el opositor Henrique Capriles, quien perdió en los escrutinios por un escaso margen.
Desde el fondo de su corazón, cada cubano apostó por uno de los dos contendientes, en unas elecciones caracterizadas por el continuo llamado de ambos líderes a sus seguidores para que primara la ecuanimidad y la calma en las urnas, por el bien de toda la nación.
A la media noche y antes que finalizara el conteo total de votos, se anunció por el canal televisivo Telesur como irreversible la victoria de Nicolás Maduro, quien desde una tribuna y en emotivo discurso dijo que su triunfo era fruto de mucho esfuerzo y trabajo conjunto de las autoridades con el pueblo y las instituciones del país. Juró serle fiel a la revolución bolivariana, a la constitución, a la integración latinoamericana. Agradeció el apoyo de otros países, en especial de Cuba. Y expresó que era la victoria del comandante Chávez.
A las doce de la noche el sueño de los niños en casa fue roto de repente por una música a todo volumen. Un reguetón que por estos días se escucha mucho en Cuba, titulado Búfalo Bill, integrado en su totalidad por un solo estribillo, dicho en diferentes tonos, pero donde prima una constante: Bill… Bill… Bill…
Nadie entiende el mensaje de la canción, ni qué significa, pero está sembrada en la preferencia de los jóvenes que la escuchan como un himno: Búfalo Bill… Bill…. Bill… La música provenía de la casa de nuestra vecina Tatiana. Su esposo presta colaboración militar en Venezuela y festejaba la victoria chavista.
Otro que festejó por lo grande fue Félix, un barbero por cuenta propia que pela en su vivienda a muchos venezolanos de la misión denominada Milagro, hospedados en Marina Hemingway, junto a Jaimanitas. El barbero se ha contagiado con la aversión de sus clientes contra Capriles y aprovechó la victoria de su candidato para beberse una botella de Havana Club y amanecer borracho y contento, mirando el mar desde la azotea de su barbería.
Al día siguiente, por la mañana, Josefa, La Gorda, que temía que ganara Capriles y regresaran a La Habana los apagones, me mostró con alegría el periódico Trabajadores con el saludo de Raúl a Nicolás en primera plana. Dijo que por lo menos quedaron asegurados el aire del ventilador, la novela brasileña y el agua fría.
En la cola del pan, Marta, la mensajera, dijo en voz alta que había otro pueblo que quería a Capriles, casi del tamaño del pueblo que votó por Maduro y sugirió que debían dividir Venezuela en dos, como las dos Corea, pero Pipe, el jubilado, le salió al paso y le dijo que no, porque una Corea se había dedicado al desarrollo tecnológico y la otra al armamentismo, y no deseaba eso para la hermana tierra de Oscar de León y Simón Bolívar. En cambio, Yudith, de 35 años y emigrada a la capital desde Rinconcito, en Las Tunas, dijo que hubiera deseado que ganara Capriles, para que el gobierno cubano se viera precisado a apurar los cambios en Cuba.
En todos los lugares donde se recogieron opiniones sobre los comicios, los votos virtuales estuvieron divididos, con un pequeño margen a favor de Maduro, por considerarse la garantía de la tranquilidad ciudadana en lo referente a la electricidad, el transporte y los beneficios que pudiera brindar la integración económica.
Aunque no hubo cañonazos, ni toques de sirenas, ni bocinas de autos, ni fuegos artificiales celebrando al momento de anunciarse el ganador, sí varios niños se despertaron asombrados por la contagiosa música a esa hora de la noche: Bill… Bill… Búffalo Bill…
Por el momento, aquí todo sigue igual. Inerte.