La Habana-. Hace seis años que Fidel Armenteros Valdés acudió a San Lázaro. Arrodillado, ante una pequeña estatuilla hecha de plástico, le pidió interceder por la salud de un sobrino. El niño, a menos de 72 horas de nacer, se debatía entre la vida y la muerte en una operación a corazón abierto.
En pago al favor, cada 17 de diciembre cubre a rastras, descalzo y semidesnudo, la carretera de 5 kilómetros que separa Santiago de las Vegas de la barriada El Rincón, donde “el viejo Lázaro” tiene su santuario.
Aunque no carga cruces o algún otro objeto pesado, las llagas provocadas a su cuerpo por la fricción con las piedras y el asfalto, cuentan con elocuencia el martirio que sufre cada vez que debe cumplir la promesa hecha.
“Estoy muy agradecido, el año que viene ya termino de pagarle. Primero sobrevivió a la operación, luego los médicos no le daban tres meses de vida. Gracias a este milagro que me fue concedido el niño sigue con nosotros”, comentó Armenteros, tendido en el suelo mientras aupaba fuerzas para el último asalto hacia el templo.
Más allá de la fe, la peregrinación anual de los días 16,17 y 18 constituye una tradición cultural. A San Lázaro se le ruega salud, pero este año, muchas de las velas prendidas al pie de las bardas de su altar elevan una súplica por los familiares que van en travesía hacia los Estados Unidos.
Para Nilda Fernández Roca, dueña de una de las floristerías cercanas al templo, la fe en San Lázaro puede mejorar la situación de su hijo que se encuentra varado en Honduras, sin dinero para continuar el viaje.
“Le juré que, si la recaudación de las ventas me alcanza para pagar el tránsito de mi hijo hasta México, el próximo año regalo todas las flores moradas, que son las que las que se usan para sus ofrendas. También que me lo cuide mucho, lo mismo se lo pido al viejo Lázaro que a Babalú Ayé”, dijo la mujer.
Peregrinación a la baja y cuentapropistas acosados
De acuerdo con la secretaría del templo, las cifras de la peregrinación no podrán ser asentadas hasta la última semana del mes, debido al incesante flujo de peregrinos. Sin embargo, se estima que los días 16 y 17 tuvieron una concurrencia menor que la del año pasado.
“En 2021 recibimos más de 100 mil feligreses. Esperábamos algo similar y ha sido menor. El 16 vinieron más de 20 mil personas, pero los días antes fueron muchas menos . Tampoco el 17 fue la mejor fecha”, aseguró Andrés Arencibia Cárdenas, empleado del templo, quien confía en que aún asistirán más cubanos.
El descenso del tránsito de peregrinos también lo notan las decenas de cuentapropistas que, a ambos lados de la carretera entre Santiago de las Vegas y el santuario, venden flores, velas, figuras religiosas, bebidas, cigarros y alimentos.
Gaspar Noroña Castillo, ayudante de un pequeño puesto de flores, argumenta que en la noche del 17 todavía no habían vendido los ramos que prepararon en la mañana anterior.
“Hay que tener cuidado porque se marchitan las flores y pierdes el dinero, se está vendiendo muy poco. El año pasado era un desfile, pero este año la cosa está muerta”, comentó Noroña, quien también denuncia que los inspectores, a base de multas, quieren forzar a los vendedores a bajar los precios.
Sin embargo, los montos establecidos por los campesinos son los que regulan el valor de los ramos de flores en las tarimas, de acuerdo con Ada Savón Peña. Desde su puesto de venta explica, “el ramo de gladiolos tenemos que comprarlo en mil pesos, los girasoles de colores, mariposas y demás flores que se utilizan, ninguna baja de los 500 y a eso hay que sumarle que siempre tenemos mermas por las que se estropean en el traslado o se marchitan”, destacó Savón.
La mujer amplió que las multas no tienen sustento legal. Los vendedores poseen licencia operativa y su tipo de actividad no establece límite de precios.
Ángel Luis Gómez Ruíz, cuentapropista de la zona, destacó que varios compañeros de oficio han recibido multas entre 5 y 8 mil pesos, por vender ramos a más de 500.
Para evitar esto, algunos vendedores, han optado por borrar los precios de la pizarra, a tenor de ser descubiertos y recibir una multa mayor.
“En ninguna parte dice los precios que tenemos que poner, eso es una cañona de esta gente que siempre están inventando sin saber el sacrificio que tiene que hacer uno para ganarse tres pesos”, acotó Gómez.
La historia del orisha africano
En el origen de la fe a San Lázaro se entrelazan dos historias. Una de ellas nace de la parábola del rico y Lázaro, mientras que la otra se refiere a Lázaro de Betania, el hermano de Marta y María que fue sujeto de uno de los grandes milagros de Jesús Cristo.
La creencia popular de los cubanos se identifica, fundamentalmente, con la imagen del mendigo, el leproso de muletas al que acompañan dos perros. A él es al que llaman “el viejo” milagroso. Sin embargo, en la Isla confluye una tercera vertiente religiosa legada por los esclavos africanos, la cual sincretiza a Babalú Ayé, del Panteón Yoruba, con el santo católico.
En lenguaje lucumí su nombre significa “Padre, señor de la tierra”. Es el orisha de la lepra, la viruela, las enfermedades venéreas, de la peste y la miseria en general. Según la leyenda, Babalú Ayé fue un hombre muy mujeriego como su hermano Shangó. Orula -el adivino- le advirtió que debía tener cuidado porque podía contraer graves enfermedades. Cierta ocasión conquistó a una hermosa mujer con la que yació y, al despertar la mañana siguiente, su cuerpo estaba cubierto de úlceras.
Los mayores del pueblo, al ver su estado, le cosieron la lengua y lo expulsaron del lugar. Shangó lo llevó ante Orula, quien, tras reprenderlo por desobedecer, le aconsejó buscar a Osain para que preparara un remedio con hierbas que sería la cura de la enfermedad. Babalú Ayé debía limpiarse con ellas, enterrar el ebbó (trabajo de limpieza y depuración) y buscar un pueblo donde lo proclamarían rey. Ogún le regaló dos perros que lo acompañarían en el viaje.
Esta vez Babalú Ayé cumplió las orientaciones de Orula. Salió a encontrar el sitio descrito por este y al enterrar el ebbó comenzó a llover, desapareciendo las llagas.
Al entrar al pueblo prometido, descubrió que todos padecían una grave enfermedad. Al verlo, los pobladores fueron a su encuentro y lo veneraron porque, según ellos, la cura de sus males vendría con el hombre que llegó bajo la lluvia. Babalú Ayé, quien conocía algunos de los secretos de Osain para curar, atendió a los enfermos y fue proclamado rey.
Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +525545038831, también puedes suscribirte a nuestro boletín electrónico dando click aquí.