LAS TUNAS, Cuba.- “Viejo, estoy para servirle”, dije al septuagenario Erikson la semana pasada, cuando hablamos de familiares enfermos y de medicamentos inexistentes.
¡Pero qué pena la mía! Hoy el viejo acaba de pedirme lo que no he podido darle: Amantadina, Pk-Merz. ¿De dónde sacar ese medicamento para la enfermedad de Parkinson?, me digo. Los medicamentos que tengo o dejo de tener son para la enfermedad de Alzheimer que padece mi madre.
El familiar de la anciana necesitada de la medicina me dice que “ya ella no puede ni sostener el teléfono”. Mis carencias y el desabastecimiento de las farmacias estatales me hacen decir: “Vaya a la Iglesia, quizás allí tengan las pastillas que busca”, y me quedo hojeando mi manual de cuidador.
“El cuidado a la persona enferma dependiente supone del cuidador una sobrecarga física y psicológica. Es el resultado del desgaste por el prolongado curso de la enfermedad y el incremento de las exigencias en la atención al enfermo, debido a su progresivo agravamiento,” dice en su manual “Cuidados en familia” Félix Ernesto Martínez Cepero, licenciado en enfermería y con maestrías en epidemiología y salud ambiental.
El manual de Félix Ernesto permanece en la mesa de noche de mi madre, junto a mi butaca. No transcurre un día sin consultarlo. Pero más que por “el prolongado curso de la enfermedad” del paciente cuidado y “su progresivo agravamiento”, en Cuba la “sobrecarga física y psicológica” del cuidador está dada por carencias materiales y morales.
El listado es extenso, pero tengo en la memoria la ausencia de médicos y enfermeras, por ser capital humano exportado a otros países por razones políticas y económicas; en mente tengo las colas en las farmacias y la gente buscando medicinas inexistentes, medicinas que se exportaron junto con los médicos, o que dejaron de fabricarse porque en lugar de comprar materia prima para la industria farmacéutica, los dineros que generan sus empresas lo emplean los generales cubanos tratando de igualar a Napoleón.
“No tengo donde poner a mamá cuando llueve,” dice Milagros, cuidadora de su madre de 89 años con insuficiencia respiratoria. Ambas viven en una casa que gotea cual cueva bajo un manantial.
Sí, faltan habitaciones, camas, ropas, alimentos, agua potable para beber y agua y jabón para lavar porque en Cuba ya son demasiados los desfavorecidos que tienen que elegir entre bañarse como Dios manda o comer como un mendigo.
Y falta moral: demasiados cubanos hoy padecen desidia y demasiados ancianos terminan abandonados por sus hijos. Rosa, una anciana demente de 85 años tiene tres hijos, una hembra y dos varones, “pero va para nueve meses que dos de ellos la abandonaron”, dice la cuidadora.
“Es el resultado de hacer que el Estado haga de padre y madre, suplantando el cometido de la familia”, me dijo un sociólogo a condición de no hacer público su nombre, y la petición de anonimato del profesional no vienen sino a confirmar hasta dónde el Estado (devenido comisario político y rastreador policíaco) transformó los lazos de parentesco en cuerda de hacinamiento en la nación cubana.
Hacinamiento moral y hacinamiento habitacional hacen que en Cuba sea cada día más difícil la existencia y el cuidado de nuestros mayores. “Traslade a la persona enferma hacia lugares tranquilos donde no tenga que interactuar con el resto de la familia”, aconseja el manual citado, pero, ¿cómo conseguir esto?
Solo un ejemplo: En Las Tunas, una provincia con 532 645 habitantes, según el censo de 2012, había 3 338 familias integradas por entre seis y hasta nueve personas viviendo en la misma casa, y en 229 de esos hogares había viviendo más de tres ancianos, mientras que 82 hogares estaban compuestos por más de 10 personas, y en nueve de ellos había más de tres ancianos residiendo.
Por lógica, hoy esas cifras van in crescendo. Según el V Congreso sobre Enfermedad de Alzheimer que sesionó en La Habana entre el 20 y el 22 de octubre de 2011, ya en esa fecha había en Cuba 130 mil personas padeciendo demencias, pero según los especialistas los dementes en Cuba podrían triplicarse para 2040.
Esto significa que con una población de unos 11 millones de habitantes, en Cuba habrá algo así como medio millón de personas padeciendo algún tipo de demencia. Y hablamos de un país donde cientos de familias residen en viviendas improvisadas desde hace décadas, sin agua potable ni instalaciones sanitarias; o bien porque nunca las tuvieron o fueron destruidas por los ciclones.
Sólo en el municipio Guane, de la provincia de Pinar del Río existen 277 familias sin casas, en “condiciones desfavorables” por “derrumbes totales”, reconocieron autoridades de ese municipio el pasado sábado según publicó el periódico Juventud Rebelde.
Anuncios en emisoras de radio locales suelen decir: “Compra colchón anti escaras” (úlceras en la piel por postración del enfermo) o “Compra pampers” (ropa interior absorbente para incontinencia urinaria y fecal).
Y es que en Cuba la ropa interior desechable que hace más humanos los últimos días del enfermo en estado terminal es escasa y cara. En la cadena de tiendas cubanas TRD (tiendas recaudadoras de divisas), un paquete de ropa interior absorbente suele costar igual que en la cadena de comercios Wal-Mart en Estados Unidos, unos 12 dólares. Pero no es raro que un jubilado estadounidense perciba mucho más en un día que lo percibido por un jubilado cubano en todo un mes. Con todo y durante su vida laboral el cubano produjera tanto como el estadounidense.
Así, difícil será para un anciano cubano enfermo usar ropa interior desechable absorbente si no recibe ayuda de familiares viviendo fuera de Cuba. Eso hace que quien cuida del anciano enfermo deba permanecer junto al lavadero, descuidando al enfermo y así mismo, transformándose el cuidador en un ser tan demente como el anciano demente a su cuidado.
En Cuba existen hospitales con salas de psiquiatría, donde en las tardes y noches no hay médicos de guardia porque no hay suficientes psiquiatras; y hay asilos para ancianos sin cabida para todos los necesitados; pero, sobre todo, ya son demasiados los enfermos cuidados y sus cuidadores que urgen de un trato mejor. Y esto atañe al país todo, en tanto la familia es cepa de la nación.
Pronto la población cubana será una de las más envejecidas de América. Y de proseguir con la incivilidad con que hoy tratamos a nuestros mayores y a sus cuidadores, pronto también seremos la población más maltratada de este hemisferio.