LA HABANA, Cuba – Una cifra considerable de ciudadanos que alguna vez apoyaron incondicionalmente el socialismo se sienten decepcionados por toda una vida de sacrificio y consagración a una causa que ahora los abandona a su suerte, en medio una corrupción cada vez más incontrolable.
Tal es el caso de Eduviges Margarita Padilla Cruz, de 71 años, y su esposo Santos Eleuterio Mesa Maden, de 69, vecinos de Calle San Agustín, número 484 bajos, entre Joaquín Delgado y Norte, Reparto Callejas, municipio Arroyo Naranjo, La Habana.
Según refiere Padilla Cruz, “el gobierno de mi país nos ha condenado a un litigio absurdo contra una ciudadana que está usurpando un espacio de nuestra vivienda, reconocido legalmente en mi contrato de propiedad”.
En su testimonio, la propietaria nos cuenta que “el Consejo de Administración Municipal (CAM), del municipio Arroyo Naranjo, le otorgó a la ciudadana Geisi La O Crespo un local que colinda con el patio de mi vivienda, pero cuando esta persona tomó posesión de ese local se adjudicó también la parte del terreno que ocupa mi patio. La expropiación fue totalmente arbitraria, pero desde entonces, hace más de dos años, me he dirigido a la Dirección Municipal de la Vivienda y a todas las instancias del gobierno municipal y provincial reclamando mis legítimos derechos, pero parece como si todos estuvieran de acuerdo con la usurpadora. ¡Es inconcebible, como una pesadilla infernal!”.
La señora Padilla Cruz confiesa sentirse decepcionada. “He dedicado toda mi vida a defender a la revolución, porque he creído en la justicia del socialismo. He trabajado muy duro como activista social para erradicar el delito y la corrupción; y ya ves, ahora me doy cuenta que los delincuentes están sentados en el trono de los que gobiernan. ¡Es como para volverse loco!”.
Eduviges Margarita se jubiló “mientras trabajaba en la Micro Social de la Vivienda en el municipio 10 de Octubre”. Es “coordinadora de la Zona 38 de los CDR (Comité de Defensa de la Revolución) y presidenta de Prevención Contra el Delito de la zona 38”.
Armando Tomás Suárez Padilla, de 52 años e hijo de Padilla Cruz, apuntó que “como agravante al conflicto de la vivienda que está viviendo mi madre, otro de los problemas que está enfrentando mi familia es que el espacio que le han forzado a litigar a mi madre, y que se encuentra reconocido dentro de los límites de su propiedad, está vertiendo residuos de petróleo y aguas albañales hacia el interior de su vivienda, lo que agrava las condiciones de salud del esposo de mi madre que hace 3 meses y medio fue operado de un tumor canceroso en la vejiga y se encuentra en un estado bastante delicado”.
Pudimos conversar con Santos Eleuterio Mesa Maden, esposo de Eduviges Margarita, quien a pesar de su condición médica accedió a darnos su testimonio.
“Me siento agraviado y presa de una profunda decepción”, comenta Mesa Maden. “Desde casi niño me incorporé al proceso revolucionario. Por más de 25 años trabajé como Primer Inspector de Prevención de Incendios del Aeropuerto José Martí, con el grado de Capitán, y después de mi retiro pasé a laborar en la Corporación CIMEX durante 19 años, y ahora ya usted puede ver: por una parte está el litigio absurdo que mi esposa y yo estamos enfrentando con la vivienda porque las autoridades competentes se niegan a hacer cumplir la ley y el derecho de propiedad que nos asiste, y por la otra el abandono médico en que me encuentro”.
Suárez Padilla apoyó el testimonio de Mesa Maden afirmando que “es inconcebible que en el estado de salud que se encuentra el esposo de mi madre no tenga una atención médica adecuada. La enfermera del consultorio hay que llamarla 10 veces para que venga una y la doctora del Médico de la Familia es como los fantasmas, que uno oye hablar de ellos pero nunca los ve”.
Mesa Maden se queja de que “la sonda que me pusieron después de la operación solo me la han cambiado dos veces y la herida no cicatriza porque la infección no cede. Las curas me las hace mi esposa o mi hija, y todo el material para realizar las curaciones tenemos que conseguirlo en el mercado negro. Es una pesadilla”.
El anciano Capitán de Prevención de Incendios y su esposa, “una cederista y activista social destacada”, afirman que ellos son “dos de los muchos ejemplos que podrían citarse de ciudadanos que hemos dedicado toda nuestra vida a la causa de la revolución y la construcción del socialismo y que terminamos siendo víctimas del propio sistema que hemos defendido. Puede que ya sea demasiado tarde para arrepentirnos; pero no para decir la verdad”.
Otro caso representativo de la decepción y el hastío de quienes dedicaron su vida a una causa que traicionó sus aspiraciones y sueños, es el de un ex-combatiente de las guerras en África, que aceptó ofrecer su testimonio a cambio de no revelar su identidad, y afirma que “desde muy joven me incorporé a la lucha internacionalista, en la creencia que estaba ayudando a la liberación de otros pueblos hermanos, y siempre apoyé a la revolución porque sentía que era mi deber”.
Continúa diciendo el hombre: “Fui un activo militante del PCC (Partido Comunista de Cuba). Durante los más de 30 años que trabajé en el Ministerio de Transporte; participé, incondicionalmente, en todas las tareas que el partido me encomendó y eduqué a mis hijos para que fueran buenos revolucionarios; pero la realidad iba quebrando, uno a uno, los argumentos de manual de la educación revolucionaria, porque todos se sustentaban en la mentira”.
El viejo ex combatiente, de 69 años, refiere con profunda tristeza y decepción que “lo único que conseguí fue que mi hijo, lleno de frustraciones, realizara 14 intentos de salida ilegal del país por el mar, rumbo a Estados Unidos, hasta que en octubre del 2001 logró salir de Cuba en una embarcación artesanal, junto a 9 compañeros más, para convertirse en uno más de los miles de desaparecidos tragados por el mar. Yo, por mi parte, no soy más que otro viejo soldado que dejó de ser útil; al que nadie visita ni recuerda. Ya sabes, otra víctima de la ilusión y la buena fe”.
Muchos son los testimonios de ex oficiales de las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior; funcionarios públicos y ciudadanos que militaron en diferentes organizaciones revolucionarias que, junto a sus medallas y diplomas de reconocimiento, guardan también el recuerdo de una vida de sacrifico inútil y el viejo miedo con el que los educaron; ese miedo que los obliga a callar como si hubieran muerto.