LA HABANA, Cuba. -Abel Rojas Alemañy tiene 38 años y vive con su esposa en Guanabo, al este de La Habana. En días recientes, la pareja tuvo que viajar a Isla de la Juventud para realizar unos trámites oficiales, y ahora comparte con Cubanet los detalles de lo que constituyó una odisea.
Después del viaje desde el apartado Guanabo, más dos horas de espera en la Terminal de Ómnibus Nacionales en La Habana, Rojas y su esposa partieron a Batabanó. Otras dos horas de carretera y ya habían llegado a esa ciudad al sur de La Habana, donde se halla el embarcadero para ir rumbo al puerto Río Las Casas en Nueva Gerona. La capital de la segunda isla del archipiélago cubano queda a sólo sesenta millas náuticas.
“Fue un viaje molestísimo a Nueva Gerona en el catamarán Río Júcaro”, cuenta Abel Rojas. La nave, con capacidad para algo más de 300 pasajeros, fue fabricada para usar aire acondicionado por lo que viaja cerrada; pero para la climatización no había más que unos pocos ventiladores que intentaban el vano refrescar el intenso calor del verano.
El relato continúa: “Dos días después regresábamos a La Habana mi esposa y yo, en la misma embarcación y con las mismas molestias. Pero también volvían cinco turistas extranjeros quienes, al conocer que el viaje sería en Río Júcaro, armaron tremenda protesta. Dijeron que habían pagado sus pasajes en divisa extranjera para ahora tener que ir incómodos en una embarcación sin aire acondicionado y que no tenían porqué aguantar esa situación. Se plantaron en sus razones con tanto vigor, negándose a abordar la nave, que la administración del puerto decidió poner a navegar el catamarán Río Las Casas para acabar la protesta, a la cual ya se sumaba el resto de los viajeros. Gracias a esos señores extranjeros pudimos cruzar el mar cómodos y regresar a La Habana”.
“Es triste contemplar antiguos ‘cometas’ -embarcaciones muy rápidas de pasajeros, de la época soviética, que prestaron un servicio útil durante muchos años- permanecer como estatuas, varadas en una orilla del río, inservibles, pudriéndose, muestra del deterioro progresivo de la transportación entre las dos islas”, lamenta el hombre. “El viaje por avión también es difícil, por haber pocas salidas y poca capacidad pues se trata de aeronaves pequeñas. La reservación de vuelo se hace con varios meses de anticipación, o inscribiéndose en una lista de espera, para aprovechar el fallo de algún viajero que en último momento no pudo abordar”.
Los barcos que cubren viajes entre ambas islas eran fabricados y reparados en el astillero del puerto de Santiago de Cuba; pero en los últimos años el gobierno cubano ha estado enfrascado en la entrega de embarcaciones para cumplir compromisos con Venezuela. La necesidad de transporte para los nacionales quedó relegada. Conocida también como Isla del Tesoro, de las Cotorras o ‒a la vieja usanza‒ como Isla de Pinos, el Municipio Especial es un punto oscuro de la geografía, incomunicado con el resto del archipiélago.