LAS TUNAS, Cuba.- El historiador de La Habana, Dr. Eusebio Leal, recién proclamó la pena que ocasiona ver la bandera cubana “a la venta entre productos de artesanía, como si se tratara de uno de ellos o un objeto común”.
Pidiéndole prestado el título al poeta Bonifacio Byrne, “¿Dónde está mi bandera?”, un reciente artículo del periódico Juventud Rebelde (JR), dice: “Lo que sucede con la bandera no es un hecho aislado. Es sólo una expresión de la crisis de civismo que se manifiesta hoy en la Isla; de falta de valores que empezó a entronizarse en la vida cubana a partir del llamado Período Especial y que cobra fuerza desde entonces”.
Entrevistado un historiador al respecto dijo: “Lo dicho por JR no es nuevo. Pero aún por reiterado, no deja de ser incierto concerniente al origen de la falta de civismo y amoralidad de los cubanos”.
“En Cuba suele achacarse el derrumbe moral que hoy vive la nación a la crisis de los años 90, eufemísticamente llamada Periodo Especial. Pero ese periodo nada tiene de extraordinario, se veía venir con el desplome del campo socialista”, añadió. “Cuba dependió de la Unión Soviética por más de 30 años, desde febrero de 1960, cuando recibió los primeros 100 millones de dólares, hasta diciembre de 1991, cuando la URSS se derrumbó, y ya no llegaron más barcos soviéticos a los puertos cubanos”.
“Ahí comenzó la crisis económica, pero la crisis moral, la falta no de rublos soviéticos sino del natural civismo de los cubanos, comenzó mucho más temprano; fíjese que cinco años antes de comenzar el llamado Periodo Especial, el 19 de abril de 1986, en Cuba comenzó otro periodo, a ese lo llamamos Proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas, y fue el mismo Fidel Castro quien ese día habló de economicismo, de burocratismo, de egoísmo, de corrupción y de errores del Partido (Comunista)”, concluyó el historiador.
Al respecto un pedagogo dice: “Yo pienso que el origen de la crisis moral que hoy vive la nación cubana tenemos que buscarla en la falta de educación; no en la falta de maestro, pizarra y pupitre, no; primero esa carencia se da cuando el Estado asume el insustituible papel educador de la familia, y acto seguido, cuando sustituimos la pedagogía de Enrique José Varona por la de Antón Makarenko, y las escuelas en Cuba se transforman en campamentos, en colonias como la de ‘Poema pedagógico de Makarenko’”.
“Eso se sabe”, continúa. “Niños y adolescentes debieron ir lejos de sus padres, a estudiar y trabajar en el campo, en un ambiente promiscuo, distanciados del beso materno de cada noche, de la autoridad vigilante de los padres sustituida por maestros improvisados en no pocos casos; un ambiente así produce insensibilidad, apatía, egoísmo, que es lo que vemos hoy en Cuba: a aquellos estudiantes de las escuelas en el campo, que son los padres de hoy, a quienes no podemos culpar por cómo son, y mucho menos a sus hijos, que no pueden ser diferentes a ellos”.
“Es superficial y poco creíble asumir la pobreza material como como causa absoluta de la pobreza espiritual. Hasta ser desnaturalizada por el Estado, la familia cubana aunque muy pobre siempre fue muy digna”, añade el profesor.
La opinión del pedagogo entrevistado, en el caso cubano tiene una base sólida. En 1957 integrantes de la Agrupación Católica Universitaria (ACU) realizaron una encuesta con miras en tres objetivos fundamentales: realizar por primera vez en Cuba una estadística de las condiciones de vida de los trabajadores agrícolas; propiciar que en las ciudades pudiera palparse la realidad del campo cubano y de sus dificultades, y probar que los campesinos cubanos se debaten “entre el abandono y la impotencia” mientras no se dé atención debida a nuestro campo.
En una de las reuniones de la ACU, el Dr. José Ignacio Lasaga dijo: “En todos mis recorridos por Europa, América y África, pocas veces encontré campesinos que vivieran más miserablemente que el trabajador agrícola cubano.”
ACU concluyó que, a pesar de constituir la población rural el 34% (1957) de la población cubana, los campesinos “sólo tienen de ingreso el 10% de los ingresos nacionales.”
Pese a esa pobreza en el campo cubano, los investigadores de ACU concluyeron: “El trabajador agrícola cubano, engañado por los gobiernos y olvidado por los dirigentes de todos los sectores nacionales, se mantiene asombrosamente honesto, moral y humano.”
Quienes en Cuba comenzaron vendiendo la bandera nacional cual objeto artesano no fueron cubanos de a pie, sino los administradores del Estado en sus tiendas de suvenir. Reconocido por los propios gobernantes que tomaron el poder por las armas en 1959, la nación cubana no sólo no ha podido salir de la penuria económica y sociopolítica que la condujo a una revolución, sino que a esa falta de liquidez, se ha sumado una carencia de valores morales y cívicos como nunca antes vistos en Cuba. “Pobre, pero honrado”, es hoy una frase pasada de moda en Cuba.