HOLGUÍN, Cuba.- Visitar Gibara y no bañarse en sus playas es como si nunca hubieras estado en el lugar, dicen los habitantes de la Villa Blanca de los Cangrejos, apelativo que identifica a esta ciudad costera situada en la costa norte del oriente cubano y a 33 kilómetros de Holguín.
Pero una disposición reciente de las autoridades sanitarias pone en peligro la tradición gibareña, y de paso su principal atractivo turístico.
Hace más de15 días están suspendidas todas las actividades acuáticas debido a una contaminación de bacterias del género coliforme, confirmó a CubaNet un especialista del Departamento Provincial de Salud Ambiental bajo identidad reservada.
Por su parte Oscar Infante, pescador gibareño, comentó que las investigaciones sanitarias comenzaron cuando varios bañistas fueron al hospital con ronchas y quemaduras por todo el cuerpo. “Dicen que es un gusanito que te pica y te hace quemadura en la piel”.
Según Infante, todo comenzó por El Init, una de las cinco playas de la ciudad. “Allí hubo gente que le picaron. El salvavidas pensaba que era Caribe, que es un bichito que sale cuando llueve y te pica y te hace una ronchita y ya; pero dicen que no, que esa gente fueron al hospital porque le picaba un bicho y se llenaron de ronchas y quemaduras por todo el cuerpo”.
Infante asegura que la contaminación de la bahía también afecta a la fauna marina. “Yo veía todos los días la manchita de peces muertos. Le pregunté a los pescadores y dicen que toda la bahía estaba llena de peces muertos hasta la playa de Caletones. No sé si la causa era la bacteria, lo cierto es que aparecen los pescaditos muertos e inflados”, afirma.
Los salvavidas, para alertar a los bañistas, han colocado banderas rojas cerca de las playas advirtiendo el peligro.
“Los especialistas vinieron a hacer la prueba y tomaron muestra del agua y dicen que es una bacteria, y el director de higiene mando a suspender esto”, comenta un salvavidas.
A pesar de la gravedad del asunto, la prohibición de las actividades acuáticas en Gibara no se ha hecho pública por ningún medio de comunicación.
“Hay temor de que sea afectado el turismo internacional”, dice a CubaNet Aurelio Santiesteban, cuya vivienda está muy próxima a la playa El Boquerón.
“El primer paso para solucionar un problema es reconocerlo”, sostiene Santiesteban, quien cree que no es suficiente con poner las banderas rojas. “También es importante la divulgación”, para crear una percepción de riesgo.
La suspensión de las actividades acuáticas está afectando económicamente a la sede del Campismo en Gibara, sucursal que obtiene sus principales ganancias a través del alquiler de las bicicletas acuáticas y los botes, a un precio de 20 pesos la hora.
“Nosotros recibimos clientes no solo de Holguín, también de Las Tunas y de Granma. Tuvimos que cancelar todas las excursiones y no se sabe hasta cuándo, y esto afecta nuestro plan económico”, afirma un empleado estatal bajo condición de anonimato por temor a represalias.
A pesar de la prohibición, turistas extranjeros disfrutan del baño en la playa El faro, perteneciente al restaurante-bar del mismo nombre del grupo turístico Cubanacán.
“Si le decimos que está prohibido el baño, entonces se marchan y no consumen nuestras ofertas gastronómicas”, dice Sonia, una dependiente del lugar.
La contaminación de la bahía se debe a que todas las aguas albañales de la ciudad van hacia el mar.
El problema es histórico. La necesidad de construir la infraestructura necesaria en Gibara se ha planteado a todos los niveles gubernamentales, “pero hasta hoy los gobernantes han hecho oídos sordos. No les interesa la salud del pueblo gibareño”, lamenta Sonia, vecina de la calle Julio Grave de Peralta.
Esta es la segunda vez que se prohíbe el baño en las playas de Gibara. El año pasado se suspendió por un brote de cólera.
“Todavía aquí recordamos los enfermos de cólera del año pasado por la contaminación de la bahía, pero los dirigentes nos tienen desprotegidos con el riesgo de sufrir otro brote”, lamenta Sonia.
Por otro lado, la playa es el único entretenimiento para los niños gibareños que en su mayoría no pueden entrar al “Ocio club”, el único lugar de esparcimiento en la ciudad con diferentes opciones de juegos electrónicos, pero con precios prohibitivos en CUC, moneda a la que sus padres no tienen acceso.