LA HABANA, Cuba.- Soledad Viera Ferro vive en San Miguel del Padrón y cuida a su madre Mérida Ferro, de 70 años, quien luego de sufrir un accidente vascular encefálico quedó en estado de postración. Su mayor tragedia, sin embargo, han sido los cuatro años de gestiones para acceder a los derechos que debiera tener su madre como paciente y persona asistenciada.
Este término se aplica sobre quienes, por razones de enfermedad o de impedimento físico o mental, requieran subsidios gubernamentales.
“Mi madre es asistenciada porque siempre fue una persona enferma”, cuenta Viera Ferro. “Ella es esquizofrénica y yo siempre la he mantenido, pero desde que está así no he podido trabajar más. Perdí 31 años de trabajo y para retirarme debo incorporarme a trabajar al menos un año, y si lo hago, ¿con quién la dejo a ella?”, y se cuestiona todo lo que hablan en la televisión sobre la seguridad social y la atención al adulto mayor.
“A la primera persona que fui a pedirle ayuda fue a la delegada de mi circunscripción y me dijo que ella estaba en la misma situación y que le pagaba 20 dólares a alguien para que le cuidaran a su mamá”, cuenta, antes de preguntar: “¿De dónde saco yo 20 dólares si mi hija está estudiando? Si después de mucho batallar conseguí que por las dos, mi madre y yo, nos dieran 167 pesos mensuales, por ser ella asistenciada, por lo que se suponía también que no debía pagar nada de la supuesta ayuda técnica que brinda el Estado”, y señala el sillón que les vendieron en 480 pesos y que hubo que pagar al contado, como hubo de pagar también la silla sanitaria y el colchón antiescaras del que paga una mensualidad de 15 pesos.
Natalia María Vivanco Rodríguez, la delegada de la circunscripción de pasaje Río, en San Miguel, es una de las que más insensibilidad ha mostrado con el caso de Mérida Ferro, asegura la familia afectada.
“Debían haberle dado un módulo para personas postradas que es un hule, unos jabones, una toalla, y culeros desechables”, apunta Soledad, “y ha sido otro calvario, cuando finalmente lo conseguimos en todo el año solo nos han dado un paquete de 10 culeros en enero, y se suponía que en junio entrara otro, y simplemente se olvidaron de incluirla en la lista”, detalla.
En la tienda, los paquetes de culeros desechables para adultos suelen costar 8 CUC.
Soledad Viera ha hecho muchas cartas y de todas ha recibido una respuesta diferente, pero con ninguna ha resuelto su problema.
El periódico Granma, órgano central del Partido Comunista, “me mandó dos cartas, una que decía que, y te leo textualmente: ‘su misiva fue enviada al Ministerio de Salud Pública para su adecuada valoración y tratamiento’; y otra que decía que había sido enviada a la Asamblea Nacional del Poder Popular en La Habana, pero lo que hizo que la casa se me llenara de gente fue que un periodista en Tribuna se atreviera a sacar mi caso”, y cuenta cómo llegaron a su casa el director municipal de Salud, Dr. Osvaldo Cruz Alcedo, la trabajadora social de la misma institución gubernamental, Patricia Salazar, y la directora del policlínico Wilfredo Pérez, la Dra. Yamila Soler.
“Ellos vinieron a tratar de justificar lo injustificable y no quise firmarle la conformidad porque no estaba conforme. Después vino la directora del policlínico y firmé el documento porque esa vino muy atenta, aunque me dijo que ellos no tenían cómo resolver el problema, y cuando nos volvemos a ver me dice que mi firma era falsa porque en el Partido decían que no coincidía con la que yo supuestamente había dado en la carta que no firmé para el Municipio de Salud”, cuenta.
La familia entera llegó a la conclusión que habían falsificado su firma para dar su conformidad al periódico Tribuna.
“Pero nuestra mayor molestia ha sido con la trabajadora social del municipio”, añade. “Ella me dijo que tenía que esperar a que se muriera un “viejo” y esa palabra me dolió. Mi mamá es vieja pero no me da la gana que nadie se lo diga. Ella es una anciana, una paciente, ella es cualquier cosa, pero la palabra ‘viejo’ a mí me ofendió porque no es la ética que debiera tener la trabajadora social que atiende a todo San Miguel del Padrón”.
Otras de las ayudas que nunca ha recibido la familia Viera Ferro es el material para curar las escaras que le han salido a Mérida por el largo período de postración, ni la respuesta que debía darle el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social por su situación.
“Del gobierno no ha venido nadie. Solo dos inspectores de la Dirección Provincial de Trabajo y Seguridad Social, fueron los dos únicos importantes (…) que han venido a mi casa”, según Viera. Después, agrega, le enviaron una carta, pero cuando acudió a la cita no había nadie para atenderla.
Otro de los recursos que esta ciudadana ha querido explotar ha sido la Rendición de Cuentas de su barrio. Pero “cuando fui a hablar un vecino me dijo: ‘ahora no, este no es momento’. Por supuesto que le dije: ‘Si este no es el momento, entonces cuándo’”.
La situación de Soledad es insostenible por lo que ella está dispuesta a “dar bateo aquí y allá” porque “se han reído de nosotros y siento que lo he perdido todo: a mi padre por negligencia médica, mis años de trabajo y ahora estoy enferma”, y concluye diciendo, “entregué el carnet del Partido hace muchos años y tengo ganas de entregar el carnet de identidad porque estoy aburrida de tanta mentira”.