LA HABANA, Cuba.- Los cubanos no entendemos de fronteras cerradas ni de otras medidas que salgan a la palestra para evitar que lleguemos a la frontera que tiene Estados Unidos con México con el afán de cruzar y beneficiarse con la Ley de Ajuste.
Sin dudas preferimos el riesgo de quedar varados en algunos de los países de tránsito o morirse en el intento, que un regreso al país donde nacimos y del cual salimos como si hubiésemos visto una aparición.
El problema de esto es que regularmente el viaje se paga con la venta de la casa, con todo lo que lleva dentro y los ahorros de muchos años. O sea, que el retorno, forzado o voluntario, sería para vivir literalmente a la intemperie y sin un centavo en los bolsillos.
Los esfuerzos por continuar la travesía por sitios inhóspitos de la geografía centroamericana hasta el anhelado destino, tienen su explicación no solo en que ya no hay casa para dónde virar, sino también en los miedos a enfrentar consecuencias que van más allá del ceño fruncido de unos y las aparentes indulgencias de otros.
Que nadie dude que las nóminas del Partido y la juventud comunista junto con la policía política y sus colaboradores, fijos y alquilados, se encargarían, en caso de retorno, de distribuir los correctivos, con la puntualidad de siempre.
Sin embargo, este resumen de desgracias no interesa a los que continúan fraguando, entre insomnios e impaciencias, el día de la fuga hacia Ecuador o Colombia. El asunto es salir de donde se agotaron las esperanzas de una vida mejor, de donde se anuncia, a toda hora, que el socialismo con los remiendos que prescriben los sastres del Buró Político, seguirá sin fecha de caducidad.
En estos tiempos, los coterráneos que se mantienen fieles al propósito de buscar amparo bajo la capa del Tío Sam, piensan que hay más posibilidades de éxito por tierra que afrontando las corrientes del mar Caribe. De ahí la obstinación a cubrir la ruta, pese a los obstáculos que se han levantado en algunos de los países del área para detener el flujo de cubanos.
Lo cierto es que no se sabe cómo va a terminar este éxodo que, por las cifras, es casi tan masivo como lo fueron los del 1965, 1980 y 1994. Mientras, los representantes del régimen de la Isla se empeñan en demostrar su inocencia en medio de la tragedia. Para estos personajes siniestros, como siempre la culpa de la estampida la tiene Washington, el embargo económico, financiero y comercial que mantiene desde comienzos de la década del 60 y los favores migratorios de la Ley de Ajuste.
Concluyendo, en aras de la objetividad que falta en los medios oficiales, controlados por el Partido único, es necesario señalar como causales de un fenómeno cíclico en la historia cubana de los últimos 55 años: la nefasta centralización de la economía, el secuestro de las libertades fundamentales por parte del Estado y la impunidad de las fuerzas represivas en su determinación de proteger el estatus de la élite de poder que persiste en enarbolar, a su manera, el estandarte del marxismo-leninismo.