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LA HABANA, Cuba.- Temprano en la mañana toca a mi puerta La China, una vecina que pocas veces molesta, y me pide que llame a su sobrina que vive en Marianao y le avise que está enferma con conjuntivitis. Se queja de haber caminado en busca de un teléfono público, pero ninguno funciona.
“Los teléfonos son un desastre”, me comenta a su vez Abelina. “Traté de llamar a mi hijo para que me recogiera a la salida del hospital, y en uno salía el mensaje de llamada de emergencia, otro no tenía teclado, y a dos les faltaba el auricular”.
Puede que estos dos parezcan casos aislados, pero son pocas las personas que logran servirse de la telefonía pública. Los que van de un teléfono a otro para hacer una llamada saben que aunque el Gobierno les atribuye este desastre a las manifestaciones de indisciplina social, la telefonía no escapa de la desidia en que se encuentran sumidos los servicios públicos de nuestro país.
Hace más de una década que los antiguos teléfonos fueron sustituidos por equipos españoles (Amper) y franceses (Urmet), los llamados teléfonos inteligentes que funcionan con tarjetas “Propia” y tienen pantalla que emite la información. Según los medios fueron alrededor de 21 000 entre servicio público, centros agentes y comunitarios. Hoy son pocos los que aún funcionan, a pesar de que —argumenta el Gobierno— las fallas tecnológicas de estos equipos siempre son solubles.
Comentando sobre los teléfonos a los que no les faltan accesorios, pero no funcionan, me decía un empleado del correo que reparte periódicos: “Esta gente le ha sacado el pie a los teléfonos públicos. Antes me tropezaba de vez en cuando con los reparadores, pero hace bastante que no los veo. Me dice un amigo que para Miramar y El Vedado sí los arreglan”.
Según la prensa, llama la atención que territorios de menor presencia de la telefonía particular son los más proclives al daño. Cabe preguntarse: ¿Será vandalismo, o una manifestación de descontento social? También se plantea que los municipios de más incidencias en el desastre telefónico son Diez de Octubre, Arroyo Naranjo y Marianao.
Señala Teresita, trabajadora de una panera en el reparto Martín Pérez, en San Miguel del Padrón, que no hay un solo teléfono de monedas, y, cuando aparece, no funciona. Según funcionarios de ETECSA, la estatal de telecomunicaciones, la escasez de estos teléfonos “de alcancía” se debe a que el costo es casi el doble del de uno de tarjeta; también su mantenimiento es más costoso. Este sistema lleva además una infraestructura para la recaudación, y aunque existen 32 transportes para esta labor, los trabajadores no cuentan con todas las condiciones. Sin embargo, son muy necesarios en hospitales, funerarias y otros establecimientos públicos. Además, son los que más precisa nuestra población pobre y anciana, porque con 5 centavos se da un recado de urgencia.
Sobre los centros agentes (personas con teléfono privado que hacen contrato con ETECSA), estos no son del agrado de todos, pues no ofrecen privacidad. Wilfredo dice que en su cuadra hay uno, pero que él no va a llamar, porque se quedan escuchando lo que habla, “para chismear y chivatear”.
En nuestro país, donde la telefonía particular es insuficiente y no todos tienen posibilidades económicas para adquirir y costear un móvil, el servicio de la telefonía pública es, más que necesario, imprescindible. El 18 de agosto de 2017, la ingeniera Raquel Stone Espinosa, jefa del departamento de operaciones de la División de Telefonía Pública de ETECSA, declaró a Granma: “En lo que va del 2017, las principales inversiones se destinan a la adquisición de teléfonos públicos para continuar la instalación de estos en comunidades rurales, y con más de 200 habitantes”. Sin embargo, agregó que ante la presencia y avance de las tecnologías móviles y de transmisión de datos, son muchos los proveedores que han abandonado el mercado o reducido sus producciones, lo cual encarece la compra de los equipos.
La Cuban Telephone Company fue nacionalizada el 6 de agosto de 1960. El Gobierno castrista alegaba que el pueblo tenía derecho a un servicio telefónico eficiente y barato. Han pasado casi 60 años, y aún los cubanos esperamos por que se cumpla esta promesa. Durante varias décadas los teléfonos privados se le instalaban casi exclusivamente a la cúpula gobernante o a sus acólitos más cercanos. No es hasta finales de la década del 2000 que comienzan a instalarles algunos pocos a la población. ¿Bajo qué criterio? Pues nada menos que el de su integración revolucionaria.