LA HABANA, Cuba.- La “necesidad” es la corriente arquitectónica que más se ha visto en los últimos 30 años mezclada con el eclecticismo que caracteriza a La Habana. La gente remienda su casa como puede: con ladrillos si no encuentra quien le arregle el ventanal o la puerta de madera, o si no tiene dinero para comprar balaustres nuevos; con retazos de rejas de parque si quiere ganar en seguridad; combina la madera con bloques para apuntalar la pudrición de años sin restaurar; o construye dentro de la construcción original a falta de autorizaciones legales.
El decreto Ley No 322 de enero de 2015 de la Ley General de la Vivienda se encarga de regular y controlar las modificaciones que los cubanos tienen derecho a hacer en sus viviendas. Desde su publicación, el Gobierno ha tratado el tema de manera casi ininteligible. Se habla de cifras, pero no se especifica qué tipo de ilegalidades tratan concretamente, y lo que es peor, si pueden darle alguna solución.
Lo que todos suponen es que si se modifica una fachada, por ejemplo, sin la autorización de la Oficina de Vivienda Municipal y del Instituto Planificación Física, la multa es de al menos 500 pesos o la demolición de lo que se haya construido.
Melba vive en Playa y está tratando de que la multen desde hace años para no tener que demoler el portal que cerró para su comodidad. Marisel se divorció de su esposo, y para reconstruir su vida dividió el apartamento en Alamar en dos: para ella quedó la mitad de la sala, un pasillo donde hizo la cocina, un cuarto y la mitad del patio del apartamento donde tuvo que construirse un baño. Pascao vivió toda su vida en el balcón de su casa en el reparto Camilo Cienfuegos, cerrado y acomodado para que tuviera algo de privacidad con una cama personal, una mesita de noche y una percha para la ropa.
Durante años la gente modificaba, ampliaba y sobrevivía en el espacio que le tocaba, pero solo los multaban y no pasaba nada más. Ahora multan y demuelen.
En Planificación Física del municipio de Plaza de la Revolución los funcionarios no dudan en ser radicales.
“Primero debes ir a Vivienda, que te autoricen allá y después regresas y nosotros lo valoramos, pero si es un balcón lo que quieres modificar solo lo puedes cerrar con marquetería de aluminio y cristal”, recuerda Juana que le dijeron cuando fue a averiguar y cuenta que, sin preguntar, agregaron a su explicación, “y si lo haces sin autorización vamos te ponemos la multa y te demolemos lo que hayas hecho”.
Juana supone que el maltrato estaba relacionado con que la misma oficina en que trabajaban estos funcionarios estaba llena de “rosetones de humedad, el techo que antiguamente debió ser una belleza, ahora era de planchas de aluminio con unas vigas. Y ve tú a saber si ellos mismos tienen casas propias”, agrega, refiriéndose a la oficina de planificación física que está en la esquina de 12 y Calzada en el Vedado.
Esa oficina es el reflejo de la realidad física de toda la ciudad. Cada quien “arregla su casa como puede”, dicen algunos. En el Vedado, estatuas originales de los palacetes o de quienes quieren simular que están ganando algo de dinero, son sustituidas por fuentes, sirenas, leones, gnomos y delfines que se producen en San Miguel del Padrón por un grupo de cuentapropistas. Otras de las modificaciones ilegales es enchapar las fachadas con ladrillos o trozos de piedra Jaimanita para evitar que la humedad derrumbe el inmueble.
“En la Habana Vieja o en Centro Habana es frecuente ver cómo entre un edificio neoclásico y otro se levanta una mole prefabricada por esfuerzo propio con celosías que sustituyen el trabajo de herrería, o balcones para disimular que el patio del apartamento da para la avenida; y esas atrocidades, por haber sido autorizadas por el gobierno, no son ilegales aunque se vean monstruosas”, apunta un arquitecto de la comunidad que, como tiene algunas ganancias extras, prefiere que no se sepa su nombre.
Y agrega: “Camina y mira para adentro de algunas casa y verás cómo las familias, para solucionar sus problemas, han hecho baños y habitaciones extras. La pregunta es: ¿Quién puede contra eso? ¿Quién se atreve a señalarlos con un dedo si no han tenido durante años otra opción que vivir como perros y gatos? Y si son tantos como son, por mucha voluntad política que tenga el gobierno, ¿quién se atreve a demolerles la casa o multarlos? ¿Quién?”