LA HABANA, Cuba -El rostro de mi vecino Denis nunca será igual. Aún convalece del navajazo que recibió hace pocos días en una de sus mejillas. La trifulca tuvo lugar la semana pasada en el ómnibus en que viajaba rumbo a su casa.
“No era para tanto, pero ya ves, salí perdiendo. Pudo haberme matado, pero parece que esa no era su intención. La calle no está fácil”, dijo entre dientes a causa del dolor.
Los llamados a la civilidad que hacen desde los medios de comunicación caen en saco roto. La situación se torna cada día peor.
El caso del joven Yusbel, también ocurrido recientemente, subraya la propensión a dirimir los problemas a golpes y cuchilladas, incluso dentro del seno familiar.
El joven terminó en el hospital con la cara cortada y el agresor, su padrastro, en la estación de policía. Finalmente, decidió no acusarlo ante los tribunales, ni tomar revancha. No siempre estos eventos concluyen de esta manera.
Lo normal es que se manifiesten nuevas agresiones y desquites. Lo que da a pie a que aumente la lista de lesionados y que haya algún muerto.
Los robos con violencia también van en ascenso. Hasta los barrios donde había una relativa tranquilidad se han vuelto peligrosos.
El blanco preferido por los bandoleros son las viviendas de personas solventes y quienes lucen en manos y cuellos prendas doradas.
Una vecina me contó su experiencia. Ocurrió mientras transitaba, en la mañana del jueves 8 de mayo, por una calle de Lawton, en el municipio capitalino de 10 de Octubre.
“Todavía estoy traumatizada. El tipo me arrancó la cadena de un solo tirón. No solo fue el susto, sino que estuve a punto de ser arrollada por un carro que venía a exceso de velocidad. Imagínate, di dos volteretas y caí en la calle. Y pensar que la cadena era de fantasía”, señaló.
Los signos de descomposición social en Cuba son más dramáticos de lo que podría suponerse.
La prensa oficial enfoca el asunto desde una perspectiva poco seria y sin posibilidades de que sirva para mejorar una situación, que es parte de un proceso de anarquía y caos social que evoluciona a ritmo de vértigo.
Aparte de la ruina material, el castrismo dejará como herencia una sociedad ingobernable.
Vivir en democracia será un reto para los cubanos. No será fácil restituir el orden, la disciplina y los comportamientos razonables, después de más de cincuenta años de deformaciones y estímulo a lo más vil del ser humano.
El odio, la intolerancia, así como la bestialidad del leguaje y las acciones, son los productos que nos legaron “nuestros salvadores”.
Esos que llegaron, hicieron del populismo una máscara para llevar a cabo sus planes de dominación, y al final lo lograron, para nuestradesgracia.
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