LA HABANA, Cuba.- En la Playa de El Chivo, en el litoral del noreste de La Habana, al pie del Castillo de los Tres Reyes del Morro, continúa la pesca deportiva y comercial, entre aguas albañales y marinas, sin que las autoridades sanitarias, medioambientales y de guardafronteras asuman una actitud responsable. La zona recibe miles de metros cúbicos diarios de aguas infestadas y cuya duna se deteriora por los efectos de la acción del hombre.
La pesca del ronco, el pargo y el barbero, entre otros, hacen de la rocosa playa un centro concurrente desde tierra firme; también de embarcaciones que diariamente vienen a buscar su sustento económico; y en el mejor de los casos, de algunas personas que disfrutan de ocio y pesca de manera deportiva.
Esta práctica se realiza en la desembocadura del emisario submarino de aguas albañales que corre desde el sifón del Alcantarillado de La Habana y su Cámara de Rejas, filtrante de los desechos sólidos provenientes de los colectores Norte y Sur de la capital. Una tubería hormigonada de cerca de 375 metros atraviesa la Bahía de la Habana, hasta Casablanca, donde se bombean las aguas sucias hasta las alturas de La Cabaña, para que por gravedad lleguen a la Playa de El Chivo, a unos 150 metros de la costa.
Lo más asombroso es que muchos pescadores penetran sin protección alguna en la zona de arrecifes bajos, al margen de que pescan en un área contaminada, cuya fetidez se respira desde el desagüe, que mantiene turbia el agua del área marina por el vertido permanente de los albañales habaneros, cuyas tuberías y canales no están exentos de agrietamientos y filtraciones.
En cuanto al resultado físico de la actividad, varios pescadores señalan que la pesca es consumida por ellos y además vendida, pero no se dice de dónde proceden las capturas.
Estos ciudadanos, guiados por la desesperación por librar su sustento y el de sus familias, ponen en peligro la salud de personas inconscientes que compran un producto de origen dudoso o desconocido, pues muchos se ofrecen en formatos de filetes, descuerados, o dicen que son pescados mar adentro, lo cual le impide al consumidor ver la fisionomía de la especie, pudiendo al menos identificarla, para evitar la “ciguatera” (intoxicación) que transmiten la picúa o el aguají, entre otras especies cuya pesca está prohibida.
También, en el litoral roco-arenoso de esta playa, se agrede al medioambiente con el vertimiento de pomos plásticos, anzuelos, hilos de pescar y otros desechos, que son tirados por pobladores o caminantes de la zona que transitan sin que se advierta prohibición alguna.
Alberto, ex pescador conocido como “El Brujo”, confesó que estuvo un tiempo vendiendo pescado, pero que era un trabajo muy duro y siempre expuesto a que algún consumidor pudiera enfermarse, porque las especies capturadas en esta zona recalan para alimentarse de los desechos provenientes de las aguas albañales o de alguna mancha de sardinas que igualmente viene a nutrirse de residuos tóxicos.
La Playa de El Chivo, a la vista del Castillo de los Tres Reyes del Morro, declarado por la UNESCO en 1982 Patrimonio de la Humanidad, se ha convertido en un foco contaminante de bacterias y microorganismos que pueden afectar la salud de los que pescan en sus aguas, transitan por sus áreas o consumen sus pescados.
Las autoridades bien pudieran preservar la sanidad y el ecosistema de este litoral playero, agredido y poco representativo del desarrollo sostenible de una zona de valores naturales, históricos y culturales que deben ser conservados.