
LA HABANA, Cuba – Marta Abreu Arencibia nació el 13 de noviembre de 1845. Era la segunda de las tres hijas del matrimonio formado por Pedro Nolasco Abreu y Rosalía Arencibia Planas. La infancia de las hermanas Abreu Arencibia transcurrió en un hogar donde eran prioridad el amor y el respeto hacia sus semejantes sin distinción de razas o posición social. Los padres propiciaron el acceso de sus hijas a la buena literatura, a la vez que atendían con esmero su educación y alimentaban su amor a la patria.
Al morir el padre, en febrero de 1876, había dispuesto en su testamento una parte de su fortuna para los pobres de Santa Clara. Seis años después muere la madre, y dispuso de igual manera que una gran suma de su dinero fuera dedicada a socorrer a los pobres de la ciudad. A partir de esa actitud de sus progenitores nació de estas hermanas la labor caritativa por sus coterráneos.
En 1883, en memoria de sus padres, Marta decidió fundar el asilo de pobres San Pedro y Santa Rosalía para albergar alrededor de 20 familias y garantizarles comida y asistencia médica gratuita.
Para sufragar los gastos del asilo, mandó construir el teatro La Caridad. Los trabajos comenzaron en 1884. Esta obra, que revolucionó la arquitectura de la época, se inauguró en septiembre de 1885. Marta emitió un documento con 38 cláusulas al ayuntamiento de Santa Clara para garantizar el buen funcionamiento del teatro en beneficio de los pobres de la ciudad. Aunque el inmueble ha sido restaurado en varias ocasiones, no fue hasta el 2009, fecha de su última restauración asesorada por los villaclareños Ángel Bello Romero y Rafael Cruz, que se logró restablecer sus valores arquitectónicos originales, y se reinauguró el 15 de julio de ese año para conmemorar el 320 aniversario de la fundación de la villa de Santa Clara. En 1982 el teatro La Caridad fue declarado Monumento Nacional de la República de Cuba.
Durante la reconcentración de Weyler las hermanas Abreu apoyaron con dinero la “cocina económica”, proyecto llevado a cabo por el padre Alberto Chao, párroco de la iglesia mayor, para brindar alimento a las víctimas.
Cierta vez en que viajaba por Suiza en tren, notó unas construcciones en la ribera de un río y a un grupo de mujeres lavando ropa y colgándola. Tomó la idea y cuando regresó a Cuba mandó construir cuatro lavaderos públicos para las mujeres de Santa Clara.
Otras obras de Marta Abreu en beneficio de los pobres fueron el dispensario médico El Amparo para atender a los niños, la reconstrucción junto con sus hermanas de dos hospitales y el alumbrado eléctrico de la ciudad.
Para la inauguración de este último la ciudad de Santa Clara fue engalanada poco antes del Grito de Baire (24 de febrero de 1895, día señalado para el inicio de la guerra de liberación). Pero la fecha tuvo que ser cambiada para el 28 debido a la excitación provocada por el grito de independencia. En la noche del 27 comenzaron los festejos con una serenata a Marta. Más tarde hubo una gala en el teatro La Caridad, y se develó una tarja conmemorativa en el ayuntamiento. Además, se nombró a su hijo, Pedro Estévez Abreu, hijo adoptivo de Santa Clara. Marta sorteó 20 máquinas de coser que había traído desde París para muchachas pobres. Sin embargo, las autoridades españolas tomaron esta celebración como una táctica para apoyar el alzamiento, y Marta, junto con su esposo, se vio obligada a salir de Cuba hacia París.
Desde allí, desarrolló una intensa labor a favor de nuestra independencia. Hizo grandes aportes de dinero a través de la delegación del Partido Revolucionario Cubano en Estados Unidos. También contribuyó con medicamentos e instrumental quirúrgico, armas y otros efectos necesarios para la guerra. Costeó expediciones y auxilió a los deportados y a los prisioneros de Ceuta y Chafarinas.
A esta patriota se le propuso otorgarle el título de Condesa de Villa Clara, pero no lo aceptó. En 1896 costeó la expedición del general cienfueguero Rafael Cabrera desde Carolina del Sur hasta Las Tunas. Este general dejó escrito su testimonio de admiración por la filántropa: “Mientras haya patriotas como Marta Abreu, Cuba no podrá ser esclava”. De ella dijo también el Generalísimo que merecía ostentar el grado de generala.
Marta Abreu murió en París el 2 de enero de 1909, lejos de su patria pero con la satisfacción de verla libre.