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LA HABANA, Cuba.- Cada año, desde 1987, se realiza el Marabana, una de las principales carreras de resistencia en América Latina. Corredores, caminantes y discapacitados de la Isla o provenientes de otros países acuden a la cita para intentar superar sus propios tiempos en las lides de 42 kilómetros (maratón), 21 km (medio maratón) y 10 km.
En la edición de 2016 que se llevó a cabo ayer 20 de noviembre, fue roto el récord de participación foránea, que incluyó cerca de 800 maratonistas solo de Estados Unidos. A las 7:00 de la mañana arrancó la sensacional comitiva desde la calle Prado, para correr a lo largo del malecón habanero, subir por la calle G, desembocar en la avenida Carlos III y regresar directamente al punto de partida y meta de la competencia, frente al Capitolio de La Habana. Se trata de uno de los circuitos más atractivos para este tipo de certamen, que afortunadamente cuenta con calles reparadas y agradables tramos donde sombra y frescor ofrecen una tregua a los competidores.
La jornada de ayer estuvo marcada por una temperatura agradable, con cielo parcialmente nublado y una reconfortante brisa marina; factores que aliviaron la preocupación de algunos corredores que vinieron apertrechados con todo lo necesario para no sucumbir a la fatiga que provoca el sol de Cuba.
Lin Li, un maratonista chino que se dedica a buscar maratones interesantes por todo el mundo, comentó a CubaNet que su inquietud principal era no resistir el calor y la fatiga. Sus vituallas para resistir la corrida eran un puñado de caramelos y mucho optimismo, que se vio recompensado al final del día con un tiempo mejor de que esperaba alcanzar.
No hay otro premio en este tipo de competencia más allá de la gratificante sensación de haber vencido otro reto. Los maratonistas extranjeros cubren sus propios gastos para correr muchos kilómetros, llevar el cuerpo al límite de sus posibilidades y terminar extenuados. No parece razonable invertir dinero para pasar trabajo; pero el Maratón es una cultura deportiva que ha tocado cada rincón del orbe, inscrita entre las muchas disciplinas del atletismo.
Correr una maratón es el resultado de muchos años de preparación y de la pasión por correr largas distancias, reviviendo de manera consciente o no, aquella gloriosa carrera que llevó hasta Atenas —en el año 490 a.C.— la buena nueva de la victoria frente a los persas. Tras concluir la primera guerra médica en la llanura de Maratón, un soldado ateniense de nombre Filípides corrió la alucinante distancia de 2000 kilómetros solo para informar a sus camaradas que la guerra estaba ganada y la cultura occidental continuaba a salvo.
Así, cada año, en diversos países, miles de corredores se lanzan al desafío no con la urgencia de salvar un imperio; pero sí tras el sueño de la superación personal, por el placer de vencer las rutas más difíciles, por el humano deseo de alcanzar límites insospechados.
Es comprensible la alegría de Lin Li, quien además padece discapacidad auditiva, al confesar a CubaNet que había cumplido su cometido en apenas cuatro horas cuando en realidad esperaba emplear cinco. Su satisfacción y su sonrisa son las de un vencedor que sabe que no importa llegar primero; sino salvar la distancia y conocer, cual buena nueva, que ha sido posible alcanzar un escaño superior en una carrera que puede durar toda la vida.