LA HABANA, Cuba -Es conocido por todos cómo los productos obsoletos de mala calidad fabricados en China y que al parecer, carecen de mercado para exportar, los venden al gobierno cubano. De esta forma tenemos el refrigerador Haier y otros artículos electrodomésticos.
Es por eso que no me cuesta trabajo entender cómo es que aún no saben fabricar estropajos para fregar. ¿O será que también nos envían los mal elaborados?
Me he pasado años botando mi dinero cada vez que compro un paquete de estropajos chinos. En el primer fregado se separan las esponjitas y en el cuarto, se convierten en algo que no sé cómo calificar.
Serán expertos y tenaces en reprimir a los disidentes que aman la libertad, pero, me pregunto: ¿Cómo podrán convertirse en una potencia económica mundial, sin haber aprendido a fabricar estropajos para fregar? ¿Por qué esas fábricas no dan pie con bola? ¿Es que carecen de la materia prima idónea para este artículo tan imprescindible en la cocina, desde el punto de vista sanitario.
Durante los primeros treinta años de castrismo –es bueno aclarar esto-, cuando tampoco la desmerengada URSS no sabía fabricar o no quiso enviarnos estropajos para fregar, en Cuba los inventábamos con trozos de sogas convertidas en un envoltorio. Luego desapareció la soga y acudimos a trapitos o pedazos de esponjas de mar, cuando se conseguían por casualidad con algún pescador.
Nos habíamos olvidado de los productos norteamericanos, porque a Fidel Castro le molestaba su calidad.
De esta forma los estropajos para fregar se convirtieron en una verdadera pesadilla para los hogares cubanos, hasta que llegaron las esponjitas chinas, que había que coserlas, para que no perdieran su forma el primer día de manipuladas.
Pero hace unos días –¡Oh, milagro de la Unión Europea- llegó a mis manos, procedente de España, un paquete de tres esponjas que, en un principio, es la verdad, miré con desconfianza.
Al día siguiente, sin ningún optimismo, con la esperanza perdida, tome una esponja, doble por cierto, como las chinas y pude comprobar que no se desprendían.
-Ocurrirá mañana –dije para mis adentros-.
Pero al otro día, tampoco se desprendieron, ni perdieron la forma. ¡Oh, bendición del cielo¡
Las esponjas milagrosas son catalanas. Están fabricadas por Multy Abrasponge, S.L., en Pasaje del Criadero 14-081160, Montmeló, Barcelona, filial perteneciente al Grupo holandés Shulpen Schuim, de Holanda.
Por eso mandé a decirle a mi hija que lo más que me gustó de un paquete que me mandó de Toledo, con magníficos productos alimenticios, que no veo en Cuba hace más de medio siglo, fueron las esponjas holandesas.
¿Cómo entonces no dedicarle una crónica a este producto, si como les dije, me ha obligado a perder tanto dinero y a ganar tantas incomodidades, durante tantos años de castrismo, cada vez que una esponja china se me deshacía en las manos?