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LA HABANA, Cuba – Ha transcurrido el primer fin de semana de las festividades. El espacio de los palcos y el desfile abarcan desde el torreón de San Lázaro hasta el monumento a las víctimas del hundimiento del acorazado Maine.
Justo al lado del torreón una valla limita el acceso. Un grupo de policías detienen y revisan a todo el que va llegando. Pasan el detector de metales. Son especialmente quisquillosos con los hombres de tez negra.
“Esté al tanto del móvil en su bolsillo” advirtió un policía a este reportero. Al preguntar al respecto, el oficial explicó que ha habido problemas con el “robo al descuido” (carterismo) de esos aditamentos en las colas para comprar cerveza.
La zona de la fiesta comienza justo donde concluye el municipio Centro Habana y comienza Plaza.
El área del malecón hacia la bahía, que abarca a una de las comunidades poblacionales más golpeadas por años de crisis, se encuentra entre el Castillo de La Punta y el mencionado torreón. Para ellos no hay tarimas o gastronomía.
El parqueo de las carrozas
Reina el silencio, al menos por el día, en la zona entre el último tramo de la Avenida del Puerto y el Castillo de La Punta.
Más de diez carrozas se hallan resguardadas allí. Destacan la de Los Guaracheros de Regla y la de la Federación Estudiantil Universitaria. Los mecánicos revisan las plantas eléctricas, que darán energía a toda la estructura de luces y los sistemas de sonido, montados encima.
“Por suerte, ya quedaron atrás las viejas plantas de fabricación rusa que provocaban desniveles de voltaje” explicó uno de los técnicos, que pidió no decir su nombre. “Afectaban a los equipos de audio: un subidón de voltaje, y estos se rompían”, añadió.
“¿Es verdad eso de que a Kerry lo van a traer a ver los carnavales?” pregunta otro a este reportero. “Es que ustedes, los periodistas independientes, están más informados”.
“¡Tú estás loco!” le respondió otro. “Con el calor que hay, si paran al tipo ese arriba de una carroza se derrite”.
El sol rompía al duro sobre el pavimento del malecón. El tramo desde La Punta hasta poco más alla del Monumento al Maine estaba cerrado a la circulación de vehículos.
Respecto al acortamiento del tramo de las fiestas en el malecón, las respuestas fueron varias: “Ahorro de divisas”, “los bailarines se cansan menos y llegan frescos frente al palco central”, “la policía controla más fácil el área”, “mucho conflicto con el ‘mal ambiente’ de Centro Habana”.
Según varias opiniones, la violencia se produce con más frecuencia en las zonas aledañas al área festiva. Y hay que cuidarse de las calles oscuras y los asaltos en El Vedado.
Al margen de la fiesta y el deshielo
“En esta parte, todo se está cayendo, tanto los edificios como las personas”, dice un promotor cultural que pidió anonimato. Añadió que “eso es mala imagen”.
En una denominada Área Caracterizada, actuaba un conjunto musical. Se llaman Palmas y Cañas, igual que el programa del mismo nombre que todavía existe en la TV nacional. Delante de ellos no había público.
En el tramo entre La Punta y el Parque Maceo, aledaño al Torreón de San Lázaro, están ubicadas tres de estas áreas.
“Están cumpliendo un contrato de trabajo”, explicó el mismo promotor. “Los ponen a tocar para ‘animar’ esta zona y ‘guardar la forma’, pero en realidad las autoridades y el gobierno lo que quieren es sacarnos a todos de aquí de este pedazo. Y ese desplazamiento del carnaval hacia El Vedado, es un mensaje clarísimo”. El hombre mira a los lados y añade: “Si se da bien el negocio con los ‘Yumas’, esto aquí va a coger tremendo ‘voltaje’ [nivel]. Nosotros, los que no tenemos ‘padrino’, molestamos. Por eso nos dejaron al margen del carnaval y estaremos fuera del deshielo”.
Entre El Torreón y El Maine
El palco principal está colocado entre Calle P y Humboldt. Lo identifica un gran cartel del carnaval. La mayoría de los palcos están flanqueados por cafeterías que ofertan comida en cajas de cartón. Es muy probable que en estos días falte la cerveza en la capital, porque casi toda esta aquí.
Por la parte contraria al muro del malecón, en la acera detrás de los palcos, se mueve mucho público ávido de romper la rutina y conseguir lo que pueda pagar.
Lo más cercano al bolsillo de la mayoría es la cerveza a granel. Las colas para comprarla, pomo plástico de litro y medio en mano, son dignas de la paciencia de un monje.
Así está comenzando la primera fiesta de carnaval capitalina, en tiempos de deshielo y normalización.