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ARTEMISA, Cuba.- Los errores ortográficos en la valla a la entrada del desmantelado central azucarero Augusto César Sandino son como un avance del estado en que se encuentra su batey en la actualidad.
El Mercedita, rebautizado como Augusto César Sandino por quienes lo “nacionalizaron” a principios de la década de los sesenta, fue desmantelado en 2002, a pesar de que a sus trabajadores y directivos se les dijo que sería conservado hasta que subiera el precio del azúcar en el mercado internacional.
Ninguno de los entrevistados durante nuestra visita a dicho batey a mediados de agosto conoce las razones del inesperado desmantelamiento, pero todos coinciden en que la vida cambió radicalmente para la casi totalidad de los ex trabajadores de la industria, de sus campos de caña de azúcar y los residentes del batey.
En la nave que ocupaban las maquinarias colocaron dos silos para almacenar maíz. De alrededor de 500 trabajadores empleados en la industria azucarera, menos de diez trabajan actualmente en dichos silos y alrededor de 27 custodian el lugar noche y día para evitar robos.
El mantenimiento y las reparaciones de la infraestructura del batey corrían a cargo de la administración del central, hasta inicios de los sesenta por el norteamericano “Míster Cooper” como todos le conocían, y posteriormente por los dirigentes designados por el Ministerio del Azúcar.
Todos los consultados coinciden con lo dicho por Gabriel (El Indio): “Desde que desmontaron el central nadie se ocupa de limpiar el tanque del agua, ni de reparar los caminos y las pocas calles, ni de chapear la hierba que provoca una mosquitera insoportable, ya esto no es un batey, es una selva”.
Todavía residen personas en dos barracones de esclavos que laboraban en el trapiche que antecedió al central Mercedita en el siglo IXX. Los mismos han sido declarados inhabitables por la dirección municipal de vivienda desde décadas atrás.
Un edificio que se comenzó a construir hace 30 años para trasladar a él a estas personas, resultó abandonado hasta la actualidad en que se derrumba poco a poco y ya no parece aprovechable.
María Toca Díaz ha residido cincuenta y cinco años, de sus 85 de vida, junto a su hijo Juan Carlos Argudín, de 56 años, en uno de dichos barracones. Este último declaró: “Al cerrar el central en 2002 la mayoría nos tuvimos que ir a trabajar por ahí, lejos de nuestras casas. Emplearon a menos de 10 personas en los silos de maíz pero los demás quedamos desamparados”.
A falta de otras opciones, han ocupado los antiguos almacenes, las oficinas de despacho de combustible y la del banco de semillas, la caseta de la pesa y la de guarda agujas de la línea ferroviaria y el sótano del círculo social obrero para convertirlas en viviendas, casi en todos los casos inadecuadas.
La Granja Agrícola Augusto César Sandino, que se creó después del desmantelamiento para dar empleo a parte de los antiguos azucareros y a jóvenes de la zona, resultó irrentable al punto de que tuvieron que vender todos los equipos y muebles de su oficina para hacer el último pago a los trabajadores antes de cerrarla.
Del terreno de pelota en que pasaron muchas horas de su niñez y juventud generaciones pasadas de residentes del batey no queda nada, solo los animales pastan en el enyerbado espacio. Del Círculo Social Obrero que se ubicaba en la “casa del americano” solo quedan sus ruinas por el paso del tiempo y su abandono.
Quienes conocieron las épocas de esplendor del Mercedita y Sandino, quedan hoy entristecidos al ver la desaparición del central. El abandono ha destruido su batey y la vida de muchos de sus residentes.
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