LA HABANA, Cuba.- Los precios abusivos del gas liberado, el alto costo de la electricidad y los módulos de cocción eléctrica, y el alargamiento del ciclo del gas racionado, perjudican a amplios sectores de la población
Siempre que analizamos algún asunto neurálgico de nuestra realidad, aflora como máximo responsable el gobierno. Hasta los que prefieren no hablar de política, y los más conservadores, por no llamarlos cobardes, lo reconocen.
Así sucede con las dificultades que afrontan las familias afectadas por el programa de la “revolución energética”. Hace unos días un grupo de amigos criticaba la superficialidad con que el ministro de Energía y Minas, Alfredo López, trató el tema de los productos de cocción en la Comisión de las Fuentes Renovables de Energía, pues solo informó la sustitución de más de 2 millones de cocinas eléctricas de resistencia por cocinas de inducción en el sector residencial. Estas cuestan nada menos que 500 pesos y vienen con un sartén, una cazuela, un jarro y una cafetera, todos de gran tamaño.
“Hubo una época en que la mayoría cocinábamos con luzbrillante (keroseno), en cocinas Piquet, que se fabricaban en el país, y su arreglo era tan sencillo que por lo general lo hacíamos en casa, además, las piezas eran baratas y siempre había”, recuerda Ramón. “Es cierto que siempre se debe tratar de mejorar, pero con nuestros bajos salarios y nuestras ínfimas pensiones, no estábamos preparados para este cambio. Nos quitaron la cuota de luzbrillante para vendernos el famoso módulo de cocción, que trae una hornilla eléctrica, una olla arrocera y una olla de presión eléctrica, que como son de importación, sus piezas de repuesto son muy caras, y aunque los mecánicos les hacen innovaciones, se vuelven a romper enseguida”.
“Gasté 500 pesos en la hornilla de inducción, pero aunque me alivia la situación, no la resuelve, ya que no puedo usar los demás calderos”, se queja Graciela. “Yo me quedo con la hornillita eléctrica”.
Tampoco la venta de gas liberado, a pesar de toda la propaganda oficialista, resuelve el problema de la cocción en los hogares, cuya gran mayoría tiene asignada una cuota de dos cilindros al año de gas licuado de 10 kg (la conocida balita), lo que obliga a las familias a cocinar con electricidad. Para ello se vendió el mencionado módulo de cocción eléctrica, al tiempo que se aumentaba el precio de la corriente.
El caso de Marilín Arencibia, que fue a comprar una balita de gas liberado, demuestra uno más de los inconvenientes de esta política aprobada por el Consejo de Ministros en el 6º Congreso del partido, pues para poder adquirir el gas tuvo que pagar 400 pesos por el alquiler del cilindro (una balita marcada con un chip) y luego 110 pesos por 10 kg de gas.
Jacinto, que aprovechó cuando dieron un plazo de tres meses para entregar el cilindro sin registrar y pagar 200 pesos en vez de 400 por el alquiler, fue a comprar una balita, pero se encontró con que se habían acabado. Al preguntarle al empleado si podía ir a otro punto de venta, este le respondió que solo podía hacerlo en el lugar asignado por el contrato.
Me comenta Yuri sobre la casa que compró: “Es un desglose (una casa dividida para formar dos núcleos independientes) y no tenemos cuota de gas”. Cuando el joven fue a hacer el convenio con la nueva propiedad y la libreta de racionamiento, allí le dijeron que ya no se hacen contratos de gas normado, pero podía contratar el alquiler del cilindro por 400 pesos, y así podría comprar una balita de 10 kg en el punto que le asignen. El joven se lamentaba de que no puede, pues gana 380 pesos y su mujer no está trabajando porque tienen un bebé de 6 meses.
El gas liberado solo se vende en las capitales de provincia. Según el periódico Granma del 18 de julio, se ha realizado un programa inversionista que comprende la entrada de equipamiento moderno, y la automatización de todo el proceso productivo permitirá a la Planta Matancera de Conformación de Metales Noel González (CONFOMAT) garantizar la venta liberada del combustible doméstico a todas las zonas urbanas del país al ampliar las producciones de cilindros.
Ahora bien, si se aceptaran las balitas no registradas sin pago adicional de arrendamiento, esto permitiría a muchas familias hacer el contrato. Es posible que también se pudiera ampliar la venta de gas liberado a otros territorios, lo cual, aunque con altos precios en relación al ingreso de las familias, siempre sería menos abusivo que la electricidad y los módulos de cocción.
Mientras la venta de gas liberado se amplía en todo el país, el ciclo para la compra de gas normado, que apenas cubre los días asignados, se ha alargado. No son pocos los que afirman que esto lo hacen para que las personas se vean precisadas a hacer un contrato de alquiler. Mientras, quienes pueden resuelven con la bolsa negra.
“Si el gas liberado no tuviera tantas trabas”, opina Felipe, “podría aliviar la crisis en que nos ha sumido esta dichosa revolución energética”.