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La triste tarea de un viejo comandante

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LA HABANA, Cuba.- Seguramente el Comandante Ramiro Valdés, vicepresidente de los Consejos de Estados y de Ministros, se sentía más cómodo y mucho mejor en su trabajo como jefe represor del Ministerio del Interior, fundado por él mismo en los albores de la Revolución castrista, que en este otro que le han impuesto a sus casi 84 años de edad.

Por esos caprichos del destino o de su amigo Fidel Castro, el viejo Comandante, al parecer con buena salud todavía, recorre la isla de un extremo al otro para examinar e investigar cómo van los sectores de la Industria Básica, la Construcción y otros.

El desastre que aún se mantiene en el país gracias a un modelo que nunca funcionó bien, lo comprueba el célebre dirigente en cada uno de sus largos recorridos. Tal parece un castigo, o algo similar.

Imagino el ánimo con el que saldrá de cada lugar, cuando escucha palabras como incumplimiento de planes, indisciplina, etc., etc.

El 27 de febrero pasado, Ramiro dijo abiertamente que ¨no se logró el nivel de eficacia productiva¨, al escuchar la lectura del Informe que el Grupo Empresarial de Materiales de la Construcción -GEICOM-, integrado por numerosos directores de empresas, ofreció de forma anual al Gobierno.

¨La industria -expresó Valdés ese día- tiene que identificar su papel en la solución de problemas que hoy tiene el país, tiene la obligación de participar de manera activa para resolver las carencias… Dar respuesta al éxodo de constructores, a las capacidades reales de la producción local de materiales de la construcción, a la falta de disciplina e inconsistencia en los procesos productivos… Todo eso nos compete -a la industria- y no lo estamos enfrentando como debemos¨.

El periódico Granma lo publicó justamente el día 27.

Cuatro días antes, en la sala del Memorial José Martí, de la Plaza de la Revolución, el mismo viejo Comandante se había dispuesto a presidir por todo lo alto la celebración del 55 cumpleaños del Ministerio de Industrias -Mindus-, fundado por Ernesto Che Guevara el 23 de febrero de 1960.

Ese día, a puertas cerradas, Valdés repartió medallas y diplomas a destacados trabajadores vinculados al desarrollo industrial del país y recibieron reconocimientos especiales aquellas fábricas creadas por el Che (sin que importara la desaparición de muchas de ellas, o casi todas, de la geografía cubana).

Ese 23 de febrero, el Comandante Valdés no quiso, o no pudo, decir que su gobierno no está enfrentando el tema de las industrias como se debe. Tenía delante el sagrado espíritu del Che, quien había contribuido al desastre de ese sector, y estaba a pocos pasos del bufete del gran jefe del poder.

Lo hizo cuatro días después, en otro escenario más apropiado.

Él sabe, como lo sabe el pueblo, que en las tiendas que venden en moneda nacional, o en CUC, los estantes están vacíos o sólo con productos de fabricación extranjera.

Él sabe que el periódico Granma anuncia la creación de fábricas, que después no se vuelven a mencionar.

Él sabe que esto está de ¨apaga y vamos¨, pero el viejo Comandante tiene una gran responsabilidad por todo lo que ocurre en el país.

Fue el primero en penetrar armado aquella madrugada del 26 de julio de 1953 en el Cuartel Moncada, para realizar, por orden de Fidel Castro, el acto terrorista más trágico de nuestra historia. Fue el primero en salir de allí, vivo por cierto.

Hoy, sólo muerto sería capaz de apagar la farola del Morro.