LA HABANA, Cuba.- La competición anual de la pelota cubana se halla brevemente interrumpida por estarse celebrando la Serie del Caribe, donde Cuba está siendo representada por el equipo de Ciego de Ávila, campeón de la Isla el pasado 2015. La nómina del coach Roger Machado fue reforzada por una selección que, a decir de muchos, no ha resultado la más adecuada y cuya ineptitud está generando titulares tras dos derrotas consecutivas en la cita que tiene por sede a República Dominicana.
El primer fiasco, con dividendos de 9 por 3 favorable a los Venados de Mazatlán (México), mostró a un equipo cubano cauteloso, con un line up de bateo que pudo haber hecho más si los lanzadores del patio no hubieran explotado tras dos entradas de labor, incapaces de contener a la ofensiva mexicana. Pero la categórica derrota de ayer, 12 por 1 ante los Cangrejeros de Santurce (Puerto Rico), dejó claro que el béisbol cubano sufre la misma decadencia, obsolescencia y pereza que se cierne peligrosamente sobre todas las disciplinas del deporte en la nación.
La pobre presentación que Cuba ha brindado durante los primeros compases de la convocatoria caribeña, ha levantado enconados criterios entre los aficionados cubanos. Algunos se explayan sobre el supuesto mal trabajo de Roger Machado como manager del equipo, otros comentan la falta de experiencia de los peloteros que asistieron al encuentro. Pero en un punto todos están de acuerdo: el pitcheo cubano es, por mucho, el peor de la Serie.
En la pelota cubana los juegos se ganan a golpe de batazos, mientras el rol de los pitchers no genera un solo comentario positivo. Los dueños del montículo tienen un repertorio de apenas tres lanzamientos con los que quizás puedan contener durante un tercio de juego a las aplatanadas nóminas del país; pero a la hora de enfrentarse con peloteros de calidad y experiencia en diversas ligas, sale a relucir el pésimo trabajo que realizan quienes trazan las directrices de la pelota cubana.
De lágrimas fueron las intervenciones de los comentaristas deportivos, tratando de justificar las deficiencias del béisbol nacional mientras los cubanos eran literalmente “molidos a palos” por los boricuas. En sus penosos argumentos, cuando no hacían mención a la infaltable medalla de la dignidad, tímidamente criticaban la rigidez del concepto beisbolero sobre el cual se ha subdesarrollado el deporte nacional. Pero jamás mencionaron los nombres de los individuos o instituciones que envían a nuestros peloteros a pasar vergüenza.
El equipo que está representando a Cuba en República Dominicana no tiene la calidad suficiente para asumir este tipo de compromiso, porque la mayoría de los jugadores seleccionados carecen de la madurez psicológica necesaria para participar en eventos internacionales. Sin ánimo de pecar de localista, es absolutamente cierto que la única novena cubana poseedora del oficio y el temple para medirse con equipos foráneos, es Industriales. Nótese que ahora mismo es Yuliesky Gurriel –tercera base de los azules– quien exhibe el mejor promedio de bateo por el equipo antillano. ¿Es una simple coincidencia que tal mérito corresponda a un pelotero que ha jugado exitosamente en la Liga de Japón? Claro que no. La experiencia de jugar en otros circuitos es vital para la oxigenación de un deporte que en Cuba ya no es, ni remotamente, lo que solía ser.
Por alguna incomprensible razón, la bajísima efectividad de los pitchers cubanos ha sido largamente acompañada por una inexplicable falta de creatividad en el cuadro. En la Serie del Caribe, al igual que en la Serie Nacional, la ofensiva cubana no roba bases, el promedio de efectividad en el toque de bola es mínimo, y la faena sobre el montículo es tan deplorable que sólo ayer, frente a los Cangrejeros de Santurce, Cuba debió utilizar 5 lanzadores para repartir 10 boletos y permitir 12 carreras. Todo esto ante un Puerto Rico que no presentó su mejor nómina, pero puso el juego en manos del lanzador Andrew Barbosa quien, sin ser un supersónico, mantuvo bajo cero a la ofensiva cubana.
Las estadísticas no mienten, como tampoco escapa al ojo avisado el hecho de que buena parte de los peloteros talentosos aún activos se acerca al ocaso de su carrera deportiva, mientras los relevos pisan el campo antes de estar lo suficientemente preparados. Las consecuencias están a la vista; pese a ello las autoridades del béisbol cubano continúan empantanando toda posibilidad de mejoría en una burocracia cada vez más enrevesada.
Con la mala imagen mostrada en la Serie del Caribe, disminuyen considerablemente las posibilidades de que los peloteros del patio logren contratos aceptables. Queda por ver cuál será el saldo tras el choque con Venezuela. Pero de acuerdo a lo observado, Cuba puede dar la Serie del Caribe por perdida.